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INMERSIÓN
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P O E TA S
40:11–41:5
Señor, no me prives de tus tiernas misericordias;
que tu amor inagotable y tu fidelidad siempre me protejan.
Pues me rodean las dificultades,
¡son demasiadas para contar!
Es tal la acumulación de mis pecados
que no puedo ver una salida.
Suman más que los cabellos de mi cabeza
y he perdido toda mi valentía.
Por favor, Señor, ¡rescátame!
Ven pronto, Señor, y ayúdame.
Que los que tratan de destruirme
sean humillados y avergonzados;
que los que se deleitan en mis dificultades
retrocedan con deshonra;
que su vergüenza los horrorice,
porque dijeron: «¡Ajá! ¡Ahora sí lo atrapamos!».
Pero que todos los que te buscan
se alegren y se gocen en ti;
que los que aman tu salvación
griten una y otra vez: «¡El Señor es grande!».
En cuanto a mí, pobre y necesitado,
que el Señor me tenga en sus pensamientos.
Tú eres mi ayudador y mi salvador;
oh Dios mío, no te demores.
SALMO 41
Para el director del coro: salmo de David.
¡Qué alegría hay para los que tratan bien a los pobres!
El Señor los rescata cuando están en apuros.
El Señor los protege
y los mantiene con vida;
los prospera en la tierra
y los rescata de sus enemigos.
El Señor los atiende cuando están enfermos
y les devuelve la salud.
«Oh Señor, ten misericordia de mí —pedí en oración—,
sáname, porque contra ti he pecado».
Pero mis enemigos solo hablan mal de mí.
Preguntan: «¿Falta mucho para que se muera y pase al olvido?».