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INMERSIÓN
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P O E TA S
de pacto. Cada nuevo pacto hace avanzar la historia y aclara más la intención final de Dios.
Temprano en la narrativa, los descendientes de Abraham descienden
a Egipto y con el tiempo terminan siendo esclavos allí. Sin embargo, Dios
viene a liberarlos y a llevarlos a su propia tierra, un acontecimiento conocido como el éxodo. Este gran acto de liberación se convierte en la plantilla
o patrón de todas las acciones de liberación que Dios llevará a cabo en
el futuro. (La nación que proviene de los descendientes de Abraham se
conoce como Israel, por el nieto de Abraham).
Como parte del éxodo, Dios da la ley a su pueblo por medio del gran
líder Moisés, y esta ley se convierte en una parte importante del acuerdo
de pacto que Dios hace con Israel. Al revelar sus mandamientos a Israel,
Dios espera que Israel sea una luz para las naciones. Dios quiere que su
pueblo muestre al resto del mundo en qué consiste vivir bien bajo el gobierno de Dios.
Otro suceso fundamental en el éxodo ocurre cuando la presencia personal de Dios desciende y habita en el tabernáculo (una gran carpa instalada
en el centro del campamento de Israel). Este tabernáculo se convierte en
la casa de Dios en medio de su pueblo y está llena de símbolos de la tierra
y del cielo. En efecto, es un cuadro en miniatura del cosmos que revela el
deseo de Dios de limpiar y renovar toda la creación y hacer su morada aquí
entre nosotros una vez más.
Dios está presente con su pueblo en su nueva tierra, cumpliendo las
promesas que él hizo a través de Moisés. Pero Israel tiene dificultades
honrando sus obligaciones del pacto. A lo largo de la historia de Israel, la
nación se aleja de Dios una y otra vez. Esas rupturas amenazan al pacto
mismo. Dios se comprometió a obrar a través de su pueblo, así que, si ellos
fallan en su papel, eso impide el progreso del plan de restauración.
Pero esta historia está llena de las sorpresas de Dios. A lo largo del
camino, Dios establece un nuevo pacto con David, el rey de Israel. Dios
le asegura a David una dinastía de reyes sobre los cuales se centrarán las
promesas y las esperanzas de Israel. Ahora el destino de Israel, como comienzo de la humanidad renovada de Dios, se queda entrelazado con la
historia de los reyes.
No obstante, el pueblo de Israel persiste en rechazar el pacto de Dios:
adoran ídolos, tratan a los pobres con injusticia y se preocupan únicamente
por sí mismos. Finalmente, movido por la ira y la frustración, Dios interviene. Permite que su pueblo sea desterrado y retira su presencia de en
medio de ellos. Ahora son otros los que gobiernan sobre la familia de Abraham, y el papel de Israel en la obra divina parece haber desaparecido. Aquí
se revela una verdad bíblica clave: no puede haber renovación, para Israel