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INMERSIÓN
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P O E TA S
21:1-18
Entonces Job habló de nuevo:
«Escuchen con atención lo que digo;
es una forma de consolarme.
Ténganme paciencia y déjenme hablar.
Después de que haya hablado, podrán seguir burlándose de mí.
»Mi queja es con Dios, no con la gente.
Tengo buenas razones para estar tan impaciente.
Mírenme y quédense atónitos;
tápense la boca con la mano, totalmente sorprendidos.
Cuando pienso en lo que estoy diciendo, me estremezco
y mi cuerpo tiembla.
»¿Por qué prosperan los malvados
mientras se vuelven viejos y poderosos?
Llegan a ver a sus hijos crecidos y establecidos,
y disfrutan de sus nietos.
Sus hogares no corren ningún peligro,
y Dios no los castiga.
Sus toros nunca dejan de procrear;
sus vacas tienen terneros y nunca pierden sus crías.
Dejan brincar a sus niños como corderitos;
sus pequeños saltan y bailan.
Cantan con panderetas y arpas
y celebran al sonido de la flauta.
Pasan sus días con prosperidad;
luego van a la tumba en paz.
Sin embargo, le dicen a Dios: “Vete,
no queremos nada de ti ni de tus caminos.
¿Quién es el Todopoderoso y por qué debemos obedecerle?
¿En qué nos beneficiará orar?”.
(Creen que su prosperidad depende de ellos,
pero yo no tendré nada que ver con esa forma de pensar).
»Sin embargo, la luz de los malvados parece no extinguirse
nunca.
¿Alguna vez tienen problemas?
¿Acaso Dios les reparte dolores con enojo?
¿Se los lleva el viento como la paja?
¿Los arrastra la tormenta como al heno?
¡De ninguna manera!