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INMERSIÓN
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P O E TA S
1:13–2:5
Un día cuando los hijos y las hijas de Job celebraban en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job con las siguientes noticias:
«Sus bueyes estaban arando y los burros comiendo a su lado, cuando los
sabeos nos asaltaron. Robaron todos los animales y mataron a los trabajadores, y yo soy el único que escapó para contárselo».
Mientras este mensajero todavía hablaba, llegó otro con esta noticia:
«Cayó del cielo el fuego de Dios y calcinó a las ovejas y a todos los pastores; yo soy el único que escapó para contárselo».
Mientras este mensajero todavía hablaba, llegó un tercero con esta noticia: «Tres bandas de saqueadores caldeos robaron sus camellos y mataron
a los sirvientes; yo soy el único que escapó para contárselo».
No había terminado de hablar el tercer mensajero cuando llegó otro con
esta noticia: «Sus hijos e hijas estaban festejando en casa del hermano
mayor y, de pronto, un fuerte viento del desierto llegó y azotó la casa por
los cuatro costados. La casa se vino abajo y todos ellos murieron; yo soy
el único que escapó para contárselo».
Job se levantó y rasgó su vestido en señal de dolor; después se rasuró la
cabeza y se postró en el suelo para adorar y dijo:
«Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo estaré cuando me vaya.
El Señor me dio lo que tenía,
y el Señor me lo ha quitado.
¡Alabado sea el nombre del Señor!».
A pesar de todo, Job no pecó porque no culpó a Dios.
Un día los miembros de la corte celestial llegaron nuevamente para presentarse delante del Señor, y el Acusador, Satanás, vino con ellos. El Señor
le preguntó:
—¿De dónde vienes?
Satanás contestó al Señor:
—He estado recorriendo la tierra, observando todo lo que ocurre.
Entonces el Señor le preguntó a Satanás:
—¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la tierra;
es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y
se mantiene apartado del mal. Además ha conservado su integridad a pesar
de que tú me incitaste a que le hiciera daño sin ningún motivo.
Satanás respondió al Señor:
—¡Piel por piel! Cualquier hombre renunciaría a todo lo que tiene para
salvar su vida. Así que extiende tu mano y quítale la salud, ¡ten por seguro
que te maldecirá en tu propia cara!