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INMERSIÓN
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P O E TA S
La he perfumado
con mirra, áloes y canela.
Ven, bebamos sin medida la copa del amor hasta el amanecer.
Disfrutemos de nuestras caricias,
ahora que mi esposo no está en casa.
Se fue de viaje por mucho tiempo.
Se llevó la cartera llena de dinero
y no regresará hasta fin de mes».
Y así lo sedujo con sus dulces palabras
y lo engatusó con sus halagos.
Él la siguió de inmediato,
como un buey que va al matadero.
Era como un ciervo que cayó en la trampa,
en espera de la flecha que le atravesaría el corazón.
Era como un ave que vuela directo a la red,
sin saber que le costará la vida.
Por eso, hijos míos, escúchenme
y presten atención a mis palabras.
No dejen que el corazón se desvíe tras ella.
No anden vagando por sus caminos descarriados.
Pues ella ha sido la ruina de muchos;
numerosos hombres han caído en sus garras.
Su casa es el camino a la tumba.
Su alcoba es la guarida de la muerte.
¡Escuchen cuando la Sabiduría llama!
¡Oigan cuando el entendimiento alza su voz!
La Sabiduría toma su puesto en las encrucijadas,
en la cumbre de la colina, junto al camino.
Junto a las puertas de entrada a la ciudad,
en el camino de ingreso, grita con fuerza:
«¡A ustedes los llamo, a todos ustedes!
Levanto mi voz a toda persona.
Ustedes, ingenuos, usen el buen juicio.
Ustedes, necios, muestren un poco de entendimiento.
¡Escúchenme! Tengo cosas importantes que decirles.
Todo lo que digo es correcto,
pues hablo la verdad
y detesto toda clase de engaño.
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