Inmersion Poetas - Flipbook - Page 204
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C antar de los C antares
Mi amante ha bajado a su jardín,
a sus lechos de especias,
para pasear por los jardines
y juntar los lirios.
Yo soy de mi amante, y mi amante es mío.
Él apacienta entre los lirios.
Eres hermosa, amada mía,
como la bella ciudad de Tirsa.
Sí, eres tan hermosa como Jerusalén,
tan majestuosa como un ejército con sus estandartes desplegados
al viento.
Aparta de mí tus ojos,
porque me dominan.
Tu cabello cae en ondas,
como un rebaño de cabras que serpentea por las laderas
de Galaad.
Tus dientes son blancos como ovejas
recién bañadas.
Tu sonrisa es perfecta;
cada diente hace juego con su par.
Tus mejillas son como granadas de color rosado
detrás de tu velo.
Aun entre sesenta reinas
y ochenta concubinas
e incontables doncellas,
yo todavía elegiría a mi paloma, a mi mujer perfecta,
la favorita de su madre,
muy amada por quien la dio a luz.
Las jóvenes la ven y la alaban;
hasta las reinas y las concubinas del palacio le entonan alabanzas:
«¿Quién es esa, que se levanta como la aurora,
tan hermosa como la luna,
tan resplandeciente como el sol,
tan majestuosa como un ejército con sus estandartes desplegados
al viento?».
Bajé a la arboleda de nogales
y salí al valle para ver los nuevos brotes primaverales,
para ver si habían brotado las vides
o si las granadas ya estaban florecidas.
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