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INMERSIÓN
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P O E TA S
Desde mi temprana juventud, mis enemigos me han
perseguido,
pero nunca me derrotaron.
Tengo la espalda cubierta de heridas,
como si un agricultor hubiera arado largos surcos.
Pero el Señor es bueno;
cortó las cuerdas con que me ataban los impíos.
Que todos los que odian a Jerusalén
retrocedan en vergonzosa derrota.
Que sean tan inútiles como la hierba que crece en un techo,
que se pone amarilla a la mitad de su desarrollo,
que es ignorada por el cosechador
y despreciada por el que hace los manojos.
Y que los que pasan por allí
se nieguen a darles esta bendición:
«El Señor los bendiga;
los bendecimos en el nombre del Señor».
SALMO 130
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
Desde lo profundo de mi desesperación, oh Señor,
clamo por tu ayuda.
Escucha mi clamor, oh Señor.
Presta atención a mi oración.
Señor, si llevaras un registro de nuestros pecados,
¿quién, oh Señor, podría sobrevivir?
Pero tú ofreces perdón,
para que aprendamos a temerte.
Yo cuento con el Señor;
sí, cuento con él.
En su palabra he puesto mi esperanza.
Anhelo al Señor
más que los centinelas el amanecer,
sí, más de lo que los centinelas anhelan el amanecer.
Oh Israel, espera en el Señor,
porque en el Señor hay amor inagotable;
su redención sobreabunda.
Él mismo redimirá a Israel
de toda clase de pecado.
129:2–130:8