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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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Entonces los líderes tramaron matar a Zacarías, y el rey Joás ordenó que
lo mataran a pedradas en el atrio del templo del S eñor. Así fue como el
rey Joás pagó a Joiada por su lealtad: mató a su hijo. Las últimas palabras
de Zacarías al morir fueron: «¡Que el S eñor vea lo que ellos hacen y
vengue mi muerte!».
En la primavera de ese año el ejército arameo marchó contra Joás. Invadieron a Judá y a Jerusalén y mataron a todos los líderes de la nación. Luego
enviaron todo el botín a su rey en Damasco. Aunque los arameos atacaron con solo un ejército pequeño, el Señor los ayudó a vencer al ejército mucho más grande de Judá. El pueblo de Judá había abandonado al
Señor, Dios de sus antepasados, y por eso se llevó a cabo juicio sobre Joás.
Los arameos se retiraron y dejaron a Joás gravemente herido, pero sus
propios oficiales conspiraron para matarlo por haber asesinado al hijo de
Joiada, el sacerdote; lo asesinaron mientras estaba en su cama. Luego lo
enterraron en la C
iudad de David, pero no en el cementerio de los reyes.
Los asesinos eran Josacar, hijo de una mujer amonita llamada Simeat, y
Jozabad, hijo de una mujer moabita llamada Somer.
El relato sobre los hijos de Joás, las profecías acerca de él y el registro de
la restauración del templo de Dios están escritos en El comentario sobre el
libro de los reyes. Su hijo Amasías lo sucedió en el trono.
Amasías tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén
veintinueve años. Su madre se llamaba Joadín y era de Jerusalén. Amasías
hizo lo que era agradable a los ojos del Señor, pero no de todo corazón.
Cuando Amasías se afianzó en el trono, ejecutó a los oficiales que habían
asesinado a su padre. Sin embargo, no mató a los hijos de los asesinos
porque obedeció el mandato del S eñor que M
oisés había escrito en el
libro de la ley: «Los padres no deben morir por los pecados de los hijos,
ni los hijos deben morir por los pecados de los padres. Los que merezcan
la muerte serán ejecutados por sus propios delitos».
Después Amasías organizó al ejército, y designó generales y capitanes
para todo Judá y Benjamín. Hizo un censo y descubrió que tenía un ejército de trescientos mil soldados selectos, hombres de veinte años o más,
todos entrenados en el uso de la lanza y el escudo. También pagó alrededor
de tres mil cuatrocientos kilos de plata para contratar de Israel cien mil
hombres de guerra con experiencia.
Entonces un hombre de Dios se presentó ante él y le dijo: