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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
2C | 24:7-20
A través de los años, los seguidores de la perversa Atalía habían forzado
la entrada al templo de Dios y habían usado todos los objetos consagrados
del templo del Señor para rendir culto a las imágenes de Baal.
Por esa razón, el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara fuera
de la puerta que conducía al templo del S eñor. Luego envió un edicto
por todo Judá y Jerusalén para que el pueblo trajera al Señor el impuesto
que Moisés, el siervo de Dios, había exigido de los israelitas en el desierto.
Esto agradó a todos los líderes y al pueblo, y con gusto llevaron su dinero
y lo pusieron en el cofre hasta llenarlo.
Cada vez que el cofre se llenaba, los levitas lo llevaban a los funcionarios
del rey. Entonces se presentaban el secretario de la corte y un oficial del
sumo sacerdote para vaciar el cofre y luego llevarlo de regreso al templo.
Así fue día tras día, por lo tanto, se recogió una gran cantidad de dinero.
El rey y Joiada entregaban el dinero a los supervisores de la construcción,
quienes contrataron albañiles y carpinteros para restaurar el templo del
Señor. También contrataron herreros que hicieron objetos de hierro y
de bronce para el templo del Señor.
Los hombres que estaban a cargo de la restauración trabajaron arduamente y la obra siguió progresando. Restauraron el templo de Dios de
acuerdo con el diseño original y lo reforzaron. Cuando terminaron con
todas las reparaciones, llevaron el dinero que sobró al rey y a Joiada. Este
dinero se utilizó para hacer diversos objetos para el templo del Señor:
objetos para los servicios de adoración y para las ofrendas quemadas, entre
ellos cucharones y otros objetos hechos de oro y de plata. Mientras vivió
el sacerdote Joiada, continuamente sacrificaron ofrendas quemadas en el
templo del Señor.
Joiada vivió hasta una edad muy avanzada y finalmente murió a los
ciento treinta años. Lo enterraron con los reyes en la C
iudad de D
avid,
porque había hecho mucho bien en I srael para Dios y su templo.
Después de la muerte de Joiada, los líderes de Judá fueron y se inclinaron
ante el rey Joás y lo persuadieron para que escuchara sus consejos. ¡Decidieron abandonar el templo del S eñor, Dios de sus antepasados y, en
cambio, rindieron culto a ídolos y a los postes dedicados a la diosa Asera!
A causa de este pecado, el enojo divino cayó sobre Judá y Jerusalén. Sin
embargo, el Señor envió profetas para que el pueblo se volviera a él. Los
profetas advirtieron al pueblo, pero aun así ellos no quisieron escuchar.
Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo de Joiada el sacerdote. Se puso de pie delante del pueblo y dijo: «Esto dice D
ios: “¿Por
qué desobedecen los mandatos del Señor e impiden su propia prosperidad? ¡Ustedes han abandonado al S eñor, y ahora él los ha abandonado
a ustedes!”».