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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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se tuerza la justicia ni que se muestre parcialidad ni que se acepte el
soborno».
En Jerusalén Josafat nombró a algunos de los levitas y de los sacerdotes
y de los jefes de clanes de Israel para que sirvieran como jueces en casos
relacionados con las ordenanzas del S eñor y en los conflictos civiles. Estas
fueron las instrucciones que les dio: «Ustedes deben actuar siempre con
el temor del Señor, con fidelidad y con un corazón íntegro. Cada vez que
les llegue un caso de sus compatriotas que viven en ciudades distantes
—ya sea de asesinato o de alguna otra violación de las leyes, los mandatos,
los decretos y las ordenanzas de Dios— deben advertirles que no pequen
contra el Señor, para que no se enoje con ustedes ni con ellos. Procedan
así y no serán culpables.
»Amarías, el sumo sacerdote, tendrá la última palabra en todos los casos
que tengan que ver con el Señor. Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la tribu
de Judá, tendrá la última palabra en todos los casos civiles. Los levitas los
ayudarán a asegurarse de que se haga justicia. Anímense y cumplan con
sus deberes y que el S eñor esté con todos los que hacen lo correcto».
Después de esto, los ejércitos de los moabitas y de los amonitas, y algunos
meunitas le declararon la g uerra a Josafat. Llegaron mensajeros e informaron a Josafat: «Un enorme ejército de Edom marcha contra ti desde más
allá del mar Muerto; ya está en Hazezon-tamar». (Este era otro nombre
para En-gadi).
Josafat quedó aterrado con la noticia y le suplicó al Señor que lo guiara.
También ordenó a todos en Judá que ayunaran. De modo que los habitantes de todas las ciudades de Judá fueron a Jerusalén para buscar la ayuda
del Señor.
Josafat se puso de pie ante la comunidad de Judá en Jerusalén, frente
al nuevo atrio del templo del Señor, y oró diciendo: «Oh Señor, Dios
de nuestros antepasados, solo tú eres el D
ios que está en el cielo. Tú eres
el gobernante de todos los reinos de la tierra. Tú eres fuerte y poderoso.
¡Nadie puede hacerte frente! Oh Dios nuestro, ¿acaso no expulsaste a los
que vivían en esta tierra cuando llegó tu pueblo Israel? ¿Acaso no les diste
esta tierra para siempre a los descendientes de tu amigo Abraham? Tu
pueblo se estableció aquí y construyó este templo para honrar tu nombre.
Ellos dijeron: “Cuando enfrentemos cualquier calamidad, ya sea g uerra,
plagas o hambre, podremos venir a este lugar para estar en tu presencia
ante este templo donde se honra tu nombre. Podremos clamar a ti para
que nos salves y tú nos oirás y nos rescatarás”.
»Ahora mira lo que los ejércitos de Amón, Moab y del monte Seir
están haciendo. Tú no permitiste que nuestros antepasados invadieran
esas naciones cuando I srael salió de Egipto, así que las rodearon y no las