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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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Salomón trasladó a su esposa, la hija del faraón, de la Ciudad de D
avid
al palacio nuevo que le había edificado, y dijo: «Mi esposa no debe vivir
en el palacio del rey David, porque allí ha estado el arca del Señor y es
tierra santa».
Luego Salomón presentó ofrendas quemadas al Señor sobre el altar
que le había construido frente a la antesala del templo. Ofrecía sacrificios
para los días de descanso, los festivales de luna nueva y los tres festivales
anuales —la Pascua, el Festival de la Cosecha y el Festival de las Enramadas— como M
oisés había ordenado.
Para asignar las responsabilidades a los sacerdotes, Salomón siguió el
reglamento de su padre David. También designó a los levitas para dirigir
al pueblo en alabanza y para ayudar a los sacerdotes en sus tareas diarias.
Designó porteros para cada puerta según sus divisiones, siguiendo las órdenes de D
avid, hombre de D
ios. Salomón no se desvió en absoluto de
las órdenes de David respecto a los sacerdotes, los levitas y los tesoros.
Así Salomón se aseguró de que todo el trabajo relacionado con la construcción del templo del S eñor se llevara a cabo, desde el día en que se
echaron los cimientos hasta el día en que se terminó.
Tiempo después Salomón fue a Ezión-geber y a Elat, puertos que están
a la orilla del mar Rojo en la tierra de Edom. Hiram le envió barcos comandados por sus propios oficiales y tripulados por marineros expertos. Estos
barcos navegaron hasta Ofir con los hombres de Salomón y regresaron con
unas quince toneladas de oro, que entregaron a Salomón.
Cuando la reina de Saba se enteró de la fama de Salomón, viajó a Jerusalén
para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó con un gran séquito
de asistentes y una enorme caravana de camellos cargados con especias,
grandes cantidades de oro y piedras preciosas. Cuando se presentó ante
Salomón, habló con él acerca de todo lo que ella tenía en mente. Salomón
tenía respuestas para todas sus preguntas; nada le resultaba demasiado difícil de explicar. Cuando la reina de Saba se dio cuenta de lo sabio que era
Salomón y vio el palacio que él había construido, quedó atónita. También
estaba asombrada por la comida que se servía en las mesas del rey, por la
forma en que estaban organizados sus funcionarios y la ropa espléndida
que usaban, por los coperos y sus mantos, y por las ofrendas quemadas que
ofrecía Salomón en el templo del Señor.
Entonces la reina exclamó: «¡Todo lo que oí en mi país acerca de tus
logros y de tu sabiduría es cierto! Yo no creía lo que se dijo hasta que llegué
aquí y lo vi con mis propios ojos. De hecho, ¡lo que había oído no refleja
ni la mitad de tu sabiduría! Supera ampliamente lo que me habían dicho.
¡Qué feliz debe estar tu pueblo! ¡Qué privilegio para tus funcionarios estar
aquí en tu presencia día tras día, escuchando tu sabiduría! Alabado sea el