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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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que pediste. ¡Pero también te daré abundancia, riquezas y fama como
nunca las tuvo ningún otro rey antes que tú y como ninguno las tendrá
en el futuro!
Después Salomón se fue de Gabaón, el lugar de adoración donde estaba
el tabernáculo, y regresó a Jerusalén y reinó sobre Israel.
Salomón acumuló gran cantidad de carros de guerra y caballos; tenía
mil cuatrocientos c arros y doce mil caballos. Los colocó en las ciudades
designadas para guardar los carros y también cerca de él en Jerusalén. El
rey hizo que en Jerusalén la plata y el oro fueran tan abundantes como las
piedras. Además, la valiosa madera de cedro era tan común como la higuera sicómoro que crece en las colinas de Judá. Los caballos de Salomón
se importaban de Egipto y de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían
en Cilicia a precio de mercado. En ese tiempo, un c arro egipcio costaba
seiscientas piezas de plata, y los caballos se vendían a ciento cincuenta
piezas de plata. Después los exportaban a los reyes de los hititas y a los
reyes de Aram.
Salomón decidió construir un templo para honrar el nombre del Señor
y también un palacio real para sí mismo. Reunió una fuerza de setenta mil
obreros, ochenta mil hombres para extraer piedras de las canteras en la
zona montañosa y tres mil seiscientos capataces.
Salomón también le envió el siguiente mensaje al rey Hiram de Tiro:
«Envíame troncos de cedro como lo hiciste con mi padre David,
cuando construía su palacio. Estoy a punto de construir un templo
para honrar el nombre del Señor mi Dios. Será un lugar apartado
para quemar incienso aromático delante de él, para presentar el pan
especial del sacrificio y para sacrificar ofrendas quemadas todas las
mañanas y todas las tardes en los días de descanso, en las celebraciones
de luna nueva y en los demás festivales del Señor nuestro Dios. Él le
ha ordenado a Israel que haga estas cosas para siempre.
»Este tendrá que ser un templo magnífico porque nuestro Dios
es más grande que todos los demás dioses; pero en realidad, ¿quién
puede edificarle un hogar digno de él? ¡Ni siquiera los cielos más
altos pueden contenerlo! ¿Quién soy yo para proponer construirle un
templo, excepto como lugar para quemarle sacrificios?
»Envíame, entonces, un maestro artesano que pueda trabajar el oro,
la plata, el bronce y el hierro, así como las telas de púrpura, escarlata
y azul. Debe ser un experto grabador que pueda trabajar con los
artesanos de Judá y de Jerusalén que mi padre David seleccionó.
»Envíame también del Líbano troncos de cedro, de ciprés y de