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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
6:27–7:9
Pues él es el Dios viviente,
y permanecerá para siempre.
Su reino jamás será destruido,
y su dominio nunca tendrá fin.
Él rescata y salva a su pueblo,
realiza señales milagrosas y maravillas
en los cielos y en la tierra.
Él ha rescatado a Daniel
del poder de los leones».
Así que Daniel prosperó durante el reinado de Darío y el reinado de
Ciro, el persa.
Anteriormente, durante el primer año del reinado de Belsasar en Babilonia, Daniel tuvo un sueño y vio visiones mientras estaba en su cama. Puso
el sueño por escrito y esto es lo que vio:
Esa noche, en mi visión, yo, Daniel, vi una tempestad que agitaba la
superficie de un mar grande, con vientos fuertes soplando de todas direcciones. Del agua surgieron cuatro bestias enormes, cada una diferente de
la otra.
La primera bestia era como un león con alas de águila. Mientras yo observaba, le fueron arrancadas las alas y quedó de pie en el suelo sobre sus
dos patas traseras, como un ser humano; y se le dio una mente humana.
Luego vi a una segunda bestia que se parecía a un oso. Se levantó sobre
uno de sus costados y llevaba tres costillas entre los dientes; y oí una voz
que le decía: «¡Levántate! ¡Devora la carne de mucha gente!».
Después apareció la tercera de estas extrañas bestias y se parecía a un
leopardo. Tenía cuatro alas de ave sobre la espalda y cuatro cabezas. A esta
bestia se le dio gran autoridad.
Luego, en mi visión de esa noche, vi a una cuarta bestia, aterradora,
espantosa y muy fuerte. Devoraba y aplastaba a sus víctimas con enormes
dientes de hierro y pisoteaba los restos bajo sus pies. Era diferente a las
demás bestias y tenía diez cuernos.
Mientras yo miraba los cuernos, surgió de pronto otro cuerno pequeño
entre ellos. Tres de los primeros cuernos fueron arrancados de raíz para
darle lugar al nuevo. Este cuerno pequeño tenía ojos que parecían humanos y una boca que presumía con arrogancia.
Observé mientras colocaban unos tronos en su lugar,
y el Anciano se sentó a juzgar.
Su ropa era blanca como la nieve,
su cabello se parecía a la lana más pura.