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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
4:35–5:11
Todos los hombres de la tierra
no son nada comparados con él.
Él hace lo que quiere
entre los ángeles del cielo
y entre la gente de la tierra.
Nadie puede detenerlo ni decirle:
“¿Por qué haces estas cosas?”.
»Cuando recobré la razón, también recuperé mi honra, mi gloria
y mi reino. Mis asesores y nobles me buscaron y fui restituido como
cabeza de mi reino, con mayor honra que antes.
»Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, glorifico y doy honra al Rey del
cielo. Todos sus actos son justos y verdaderos, y es capaz de humillar al
soberbio».
Muchos años después, el rey Belsasar ofreció un gran banquete a mil de
sus nobles y bebió vino con ellos. Mientras Belsasar bebía, mandó traer las
copas de oro y plata que su antecesor, Nabucodonosor, había sacado del
templo de Jerusalén. Quería beber en ellas con sus nobles, sus esposas y
sus concubinas. Así que trajeron las copas de oro sacadas del templo —la
casa de D
ios en Jerusalén— y el rey y sus nobles, sus esposas y sus concubinas bebieron en ellas. Mientras bebían en las copas, rindieron culto a sus
ídolos de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra.
De pronto, vieron los dedos de una mano humana que escribía sobre
la pared blanqueada del palacio del rey, cerca del candelabro. El propio
rey vio la mano mientras escribía y el rostro se le puso pálido del susto. Le
temblaron las rodillas a causa del miedo y se le aflojaron las piernas.
El rey llamó a gritos que trajeran a los brujos, a los astrólogos y a los
adivinos para que se presentaran ante él. Les dijo a esos sabios babilónicos:
«El que pueda leer esta escritura y explicarme lo que significa será vestido
con mantos púrpuras, propios de la realeza, y se le pondrá una cadena de
oro alrededor del cuello. ¡Será el tercero en importancia en el reino!».
Entonces entraron todos los sabios del rey, pero ninguno pudo leer lo
que estaba escrito ni decirle al rey lo que significaba. Así que el rey se
asustó aún más y se puso pálido. Sus nobles también estaban perturbados.
Cuando la reina madre oyó lo que estaba pasando, se dirigió apresuradamente a la sala del banquete y le dijo a Belsasar: «¡Que viva el rey! No
se ponga tan pálido ni tenga miedo. Hay un hombre en su reino en quien
vive el espíritu de los dioses santos. Durante el reinado de Nabucodonosor, este hombre demostró percepción, entendimiento y sabiduría como
la que tienen los dioses. El rey que precedió a usted, o sea su antecesor,