Inmersion Cronicas NTV - Flipbook - Page 168
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de miedo ante su presencia, se enfureció mucho. No obstante, se contuvo
y se fue a su casa.
Luego Amán reunió a sus amigos y a Zeres, su esposa, y se jactó ante
ellos de su gran riqueza y sus muchos hijos. Hizo alarde de los honores que
el rey le había dado y de la forma en que lo había ascendido por encima de
todos los otros nobles y funcionarios.
Amán también añadió: «¡Y eso no es todo! La reina Ester nos invitó
exclusivamente al rey y a mí a un banquete que preparó para nosotros. ¡Y
me invitó a cenar mañana nuevamente con ella y con el rey! Sin embargo,
todo eso no vale nada mientras vea al judío Mardoqueo sentado allí, a la
puerta del palacio».
Entonces Zeres, la esposa de Amán, y todos sus amigos sugirieron: «Levanta un poste afilado que mida veintitrés metros de altura y, mañana por
la mañana, pídele al rey que atraviese a Mardoqueo en el poste. Después
de eso, podrás seguir alegremente tu camino al banquete con el rey». A
Amán le gustó la idea, y ordenó que colocaran el poste.
Esa noche el rey no podía dormir, entonces ordenó a un asistente que
le trajera el libro de la historia de su reino para que se lo leyeran. En los
registros descubrió el relato de cuando Mardoqueo informó del complot
que Bigtana y Teres, dos de los eunucos que cuidaban la puerta de las
habitaciones privadas del rey, habían tramado para asesinar al rey Jerjes.
—¿Qué recompensa o reconocimiento le dimos a Mardoqueo por este
acto? —preguntó el rey.
Sus asistentes contestaron:
—Nunca se ha hecho nada.
—¿Quién está en el patio exterior? —preguntó el rey.
Resulta que Amán acababa de llegar al patio exterior del palacio para
pedirle al rey que atravesara a Mardoqueo en el poste que había preparado.
Entonces los asistentes contestaron al rey:
—Es Amán el que está en el patio.
—Háganlo pasar —ordenó el rey.
Entonces Amán entró, y el rey dijo:
—¿Qué debo hacer para honrar a un hombre que verdaderamente me
agrada?
Amán pensó para sí: «¿A quién q uerría honrar el rey más que a mí?».
Así que contestó:
—Si el rey desea honrar a alguien, debería sacar uno de los mantos reales
que haya usado el rey y también un caballo que el propio rey haya montado, uno que tenga un emblema real en la frente. Que el manto y el caballo
sean entregados a uno de los funcionarios más nobles del rey y que esta
persona se asegure de que vistan con el manto real al hombre a quien el