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INMERSIÓN
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CRÓNICAS
2C | 36:8-20
Los demás acontecimientos del reinado de Joacim, incluidas todas las
maldades que cometió y todo lo que se descubrió en su contra, están registrados en El libro de los reyes de I srael y de Judá. Después su hijo Joaquín
ocupó su lugar en el trono.
Joaquín tenía dieciocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén
tres meses y diez días. Joaquín hizo lo malo a los ojos del S eñor.
En la primavera de ese año, el rey Nabucodonosor llevó a Joaquín a Babilonia. En esa ocasión, también se llevaron muchos tesoros del templo
del Señor. Nabucodonosor puso en el trono a Sedequías, tío de Joaquín,
para que fuera el siguiente rey de Judá y de Jerusalén.
Sedequías tenía veintiún años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén
once años. Sin embargo, Sedequías hizo lo malo a los ojos del Señor su
Dios y se negó a humillarse cuando el profeta Jeremías le habló directamente de parte del S eñor. También se rebeló contra el rey Nabucodonosor, a pesar de que había hecho un juramento de lealtad en nombre de
Dios. Sedequías era un hombre duro y terco, y rehusó volverse al S eñor,
Dios de Israel.
Asimismo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo se volvieron cada
vez más infieles. Siguieron todas las prácticas paganas de las naciones vecinas y profanaron el templo del S eñor que había sido consagrado en
Jerusalén.
Repetidas veces el S eñor, D
ios de sus antepasados, envió a sus profetas
para advertirles, porque tenía compasión de su pueblo y de su templo. Sin
embargo, el pueblo se mofaba de estos mensajeros de D
ios y despreciaba
sus palabras. Se burlaron con desprecio de los profetas hasta que el enojo
del Señor no pudo ser contenido y ya no se podía hacer nada.
Entonces el Señor mandó al rey de Babilonia contra ellos. Los babilonios mataron a los hombres jóvenes de Judá, y los persiguieron incluso
dentro del templo. No tuvieron compasión de la gente, y mataron tanto a
los jóvenes como a las muchachas, a los ancianos y a los débiles. Dios los
entregó a todos en manos de Nabucodonosor. El rey se llevó a Babilonia
todos los objetos, grandes y pequeños, que se usaban en el templo de Dios,
y los tesoros tanto del templo del Señor como del palacio del rey y de
sus funcionarios. Luego su ejército quemó el templo de D
ios, derribó las
murallas de Jerusalén, incendió todos los palacios y destruyó por completo
todo lo que había de valor. Se llevaron desterrados a Babilonia a los pocos