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C rónicas – E S D R A S – N E H E M Í A S
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Así que cuando llegó Tiglat-pileser, rey de Asiria, atacó a Acaz en lugar
de ayudarlo. Acaz tomó objetos valiosos del templo del S eñor, del palacio
real y de las casas de los funcionarios y se los entregó al rey de Asiria como
tributo; pero no le sirvió de nada.
Aun durante este tiempo de dificultades, el rey Acaz siguió rechazando
al Señor. Ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían vencido, porque dijo: «Puesto que estos dioses ayudaron a los reyes de Aram,
me ayudarán a mí también si les ofrezco sacrificios»; pero en lugar de
ayudarlo, lo llevaron a la ruina a él y a todo Judá.
El rey tomó varios objetos del templo de Dios y los hizo pedazos. Cerró
las puertas del templo del Señor para que allí nadie pudiera adorar y levantó altares a dioses paganos en cada esquina de Jerusalén. Construyó
santuarios paganos en todas las ciudades de Judá para ofrecer sacrificios
a otros dioses. De esa manera provocó el enojo del Señor, Dios de sus
antepasados.
Los demás acontecimientos del reinado de Acaz y todo lo que hizo, desde
el principio hasta el fin, están registrados en El libro de los reyes de Judá y de
Israel. Cuando Acaz murió, lo enterraron en Jerusalén pero no en el cementerio de los reyes de Judá. Luego su hijo Ezequías lo sucedió en el trono.
Ezequías tenía veinticinco años cuando subió al trono de Judá y reinó en
Jerusalén veintinueve años. Su madre se llamaba Abías, hija de Zacarías.
Él hizo lo que era agradable a los ojos del S eñor, igual que su antepasado
David.
En el primer mes del primer año de su reinado, Ezequías reabrió las puertas del templo del Señor y las reparó. Convocó a los sacerdotes y a los
levitas a encontrarse con él en el atrio al oriente del templo. Les dijo:
«¡Levitas, escúchenme! Purifíquense ustedes y purifiquen el templo del
Señor, Dios de sus antepasados. Quiten del santuario todos los objetos
contaminados. Nuestros antepasados fueron infieles e hicieron lo malo a
los ojos del Señor nuestro Dios. Abandonaron al Señor y el lugar donde
él habita; le dieron la espalda. También cerraron las puertas de la antesala
del templo y apagaron las lámparas. Dejaron de quemar incienso y de presentar ofrendas quemadas en el santuario del Dios de Israel.
»Por eso el enojo del Señor ha caído sobre Judá y Jerusalén. Él los hizo
objeto de espanto, horror y ridículo, como ustedes pueden ver con sus
propios ojos. Debido a eso, nuestros padres murieron en batalla, y nuestros
hijos, hijas y esposas fueron capturados; pero ahora haré un pacto con el