Inmersion Reinos NTV - Flipbook - Página 93
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J u eces
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Entonces los llevó a su casa y dio alimento a los burros. Después de lavarse los pies, comieron y bebieron juntos.
Mientras disfrutaban el momento, un grupo de alborotadores de la ciudad rodeó la casa. Comenzaron a golpear la puerta y a gritarle al anciano:
—Saca al hombre que se hospeda contigo para que podamos tener sexo
con él.
Entonces el anciano salió para hablar con ellos.
—No, hermanos míos, no hagan algo tan perverso. Pues este hombre es
huésped en mi casa, y semejante acto sería vergonzoso. Miren, llévense a
mi hija virgen y a la concubina de este hombre. Yo se las sacaré, y ustedes
podrán abusar de ellas y hacerles lo que quieran. Pero no cometan semejante vergüenza contra este hombre.
Sin embargo, ellos no le hicieron caso. Entonces el levita tomó a su concubina y la empujó por la puerta. Los hombres de la ciudad abusaron de
ella toda la noche, violándola uno por uno hasta la mañana. Finalmente,
al amanecer, la soltaron. Cuando ya amanecía, la mujer regresó a la casa
donde estaba hospedado su esposo y se desplomó en la puerta de la casa,
y permaneció allí hasta que hubo luz.
Cuando su esposo abrió la puerta para salir, allí encontró a su concubina, tirada, con las manos en el umbral. «¡Levántate, vamos!», le dijo.
Pero no hubo respuesta. Entonces subió el cuerpo de la mujer a su b urro
y se la llevó a su casa.
Cuando llegó a su casa, tomó un cuchillo y cortó el cuerpo de su concubina en doce pedazos. Después envió un pedazo a cada tribu por todo
el territorio de Israel.
Todos los que lo veían exclamaban: «En todo este tiempo, desde que
Israel salió de Egipto, nunca se había cometido un crimen tan horrible.
¡Pensémoslo bien! ¿Qué vamos a hacer? ¿Quién lo denunciará?».
Entonces todos los israelitas se unieron como un solo hombre, desde Dan,
al norte, hasta Beerseba, al sur, incluidos los del otro lado del Jordán, en la
tierra de Galaad. Toda la comunidad se reunió en asamblea ante la presencia del Señor en Mizpa. Los líderes de todo el pueblo, de todas las tribus
de Israel —cuatrocientos mil guerreros armados con espadas—, ocuparon
sus puestos en la asamblea del pueblo de D
ios. (Pronto llegó la noticia a la
tierra de Benjamín de que las otras tribus habían subido a Mizpa). Entonces los israelitas preguntaron cómo había sucedido ese crimen tan terrible.
El levita, el esposo de la mujer asesinada, explicó:
—Mi concubina y yo nos detuvimos para pasar la noche en Guibeá,
una ciudad que pertenece a la tribu de Benjamín. Esa noche, algunos de
los ciudadanos prominentes de Guibeá rodearon la casa con la intención
de matarme, y violaron a mi concubina hasta que quedó muerta. Entonces
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