Inmersion Reinos NTV - Flipbook - Página 63
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J u eces
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juzgara. Un día Débora mandó a buscar a Barac, hijo de Abinoam, quien
vivía en Cedes, en el territorio de Neftalí y le dijo:
—El Señor, D
ios de Israel, te ordena: reúne en el monte Tabor a diez
mil guerreros de las tribus de Neftalí y de Zabulón. Y yo haré que Sísara,
el comandante del ejército de Jabín, vaya al río Cisón junto con sus carros
de guerra y sus guerreros. Allí te daré la victoria sobre él.
Barac le dijo:
—Yo iré, pero solo si tú vienes conmigo.
—Muy bien —dijo ella—, iré contigo. Pero tú no recibirás honra en
esta misión, porque la victoria del Señor sobre Sísara quedará en manos
de una mujer.
Así que Débora fue con Barac a Cedes. En Cedes, Barac reunió a las tribus de Zabulón y de Neftalí, y diez mil guerreros subieron con él. Débora
también lo acompañó.
Ahora bien, Heber el ceneo, un descendiente de Hobab, cuñado de
Moisés, se había separado de los demás miembros de su tribu y armó su
carpa junto al roble de Saananim, cerca de Cedes.
Cuando le dijeron a Sísara que Barac, hijo de Abinoam, había subido
al monte Tabor, mandó llamar a sus novecientos carros de guerra hechos
de hierro y a todos sus guerreros, y marcharon desde H
aroset-goim hasta
el río Cisón.
Entonces Débora le dijo a Barac: «¡Prepárate! Hoy es el día en que el
Señor te dará la victoria sobre Sísara, porque el Señor marcha delante de
ti». Así que Barac descendió las laderas del monte Tabor al frente de sus
diez mil guerreros para entrar en batalla. Cuando Barac atacó, el Señor
llenó de pánico a Sísara y a todos sus c arros de guerra y a sus guerreros.
Sísara saltó de su c arro de g uerra y escapó a pie. Entonces Barac persiguió
a los carros y al ejército enemigo hasta H
aroset-goim, y mató a todos los
guerreros de Sísara. Ni uno solo quedó con vida.
Mientras tanto, Sísara corrió hasta la carpa de Jael, la esposa de Heber, el
ceneo, porque la familia de Heber tenía amistad con el rey Jabín, de Hazor.
Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo:
—Entre en mi carpa, señor. Venga. No tenga miedo.
Así que él entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta.
—Dame un poco de agua, por favor —le dijo él—. Tengo sed.
Así que ella le dio leche de una bolsa de cuero y volvió a cubrirlo.
—Párate en la puerta de la carpa —le dijo a ella—. Si alguien viene y
pregunta si hay alguien adentro, dile que no.
Pero cuando Sísara se durmió por tanto agotamiento, Jael se le acercó en
silencio con un martillo y una estaca en la mano. Entonces le clavó la estaca
en la sien hasta que quedó clavada en el suelo, y así murió.
Cuando Barac llegó en busca de Sísara, Jael salió a su encuentro y le dijo:
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