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INMERSIÓN
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REINOS
3:20–4:5
Así que Aod se acercó a Eglón, quien estaba sentado solo en una habitación fresca de la planta alta, y le dijo: «¡Tengo un mensaje de D
ios para
usted!». Cuando el rey Eglón se levantó de su asiento, Aod sacó con la
mano izquierda la daga que tenía atada al muslo derecho y se la clavó al rey
en el vientre. La daga entró tan profundo, que la empuñadura se hundió
bajo la gordura del rey. Así que Aod no sacó la daga, y al rey se le vaciaron
los intestinos. Entonces Aod c erró las puertas de la habitación, les puso
llave y escapó por la letrina.
Aod ya se había ido cuando los sirvientes del rey regresaron y encontraron cerradas las puertas de la habitación de la planta alta. Pensaron que
tal vez el rey estaba usando la letrina dentro del cuarto, así que esperaron.
Pero al ver que el rey tardaba mucho en salir, se preocuparon y buscaron
una llave. Cuando abrieron las puertas, encontraron a su amo muerto en
el suelo.
Mientras los sirvientes esperaban, Aod escapó y pasó por los ídolos de
piedra rumbo a Seirat. Cuando llegó a la zona montañosa de Efraín, llamó
a tomar las armas. Después encabezó un grupo de israelitas colina abajo.
«Síganme —les dijo—, porque el S eñor les ha dado la victoria sobre
Moab, su enemigo». Así que los israelitas lo siguieron y tomaron control
de los vados del río Jordán que cruzan hacia Moab, y no dejaron que nadie
pasara.
Atacaron a los moabitas y mataron a unos diez mil de sus guerreros más
fuertes y robustos; no escapó ni uno de ellos. Así que Israel conquistó a
Moab en aquel día, y hubo paz en la tierra durante ochenta años.
Después de Aod fue Samgar, hijo de Anat, quien rescató a Israel. En una
ocasión mató a seiscientos filisteos con una aguijada para bueyes.
Muerto Aod, los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor.
Entonces el S eñor los entregó a Jabín, un rey cananeo de Hazor. El comandante de su ejército era Sísara, que vivía en Haroset-goim. Sísara,
quien tenía novecientos carros de guerra hechos de hierro, oprimió a los
israelitas sin piedad durante veinte años, hasta que el pueblo de Israel
clamó al S eñor por ayuda.
Débora, la esposa de Lapidot, era una profetisa que en ese tiempo juzgaba a Israel. Solía sentarse bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel,
en la zona montañosa de Efraín, y los israelitas acudían a ella para que los
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