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INMERSIÓN
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REINOS
2R
| 23:28–24:4
rechazaré a Jerusalén, mi ciudad escogida, y al templo donde debía honrarse mi nombre».
Los demás acontecimientos del reinado de Josías y todos sus logros están
registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá.
Durante el reinado de Josías, el faraón Necao, rey de Egipto, fue al río
Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías y su ejército salieron a
enfrentarlo, pero el rey Necao mató a Josías cuando se encontraron en
Meguido. Los funcionarios de Josías llevaron su cuerpo en un c arro de
guerra desde Meguido hasta Jerusalén y lo enterraron en su tumba. Entonces la gente de la nación ungió a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó
el siguiente rey.
Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén
tres meses. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna.
Joacaz hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.
El faraón Necao metió a Joacaz en la cárcel de Ribla, en la tierra de Hamat,
para impedir que gobernara en Jerusalén. También exigió que Judá pagara
un tributo de tres mil cuatrocientos kilos de plata, y treinta y cuatro kilos
de oro.
Luego el faraón Necao puso en el trono a Eliaquim, otro de los hijos de Josías, para que reinara en lugar de su padre y le cambió el nombre a Joacim.
Joacaz fue llevado a Egipto como prisionero, y allí murió.
Para obtener la plata y el oro que el faraón Necao exigía como tributo,
Joacim recaudaba un impuesto de los habitantes de Judá, para el cual les
pedía que pagaran en proporción a sus riquezas.
Joacim tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén
once años. Su madre se llamaba Zebuda y era hija de Pedaías, de Ruma. Él
hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.
Durante el reinado de Joacim, Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió
la t ierra de Judá. Joacim se rindió y le pagó tributo durante tres años, pero
después se rebeló. Entonces el S eñor mandó contra Judá bandas de saqueadores babilonios, arameos, moabitas y amonitas a fin de destruirla, tal
como el Señor lo había prometido por medio de sus profetas. Estas calamidades le sucedieron a Judá por orden del Señor. Él había decidido expulsar
a Judá de su presencia debido a los muchos pecados de Manasés, quien
había llenado Jerusalén con sangre inocente. El S eñor no perdonaba eso.
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