Inmersion Reinos NTV - Flipbook - Página 295
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SAMUEL–REYES
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Safán fue a ver al rey y le informó: «Tus funcionarios han entregado el
dinero recaudado en el templo del Señor a los trabajadores y a los supervisores del templo». Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me
entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.
Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en el libro de la ley, rasgó su
ropa en señal de desesperación. Luego dio las siguientes órdenes a Hilcías,
el sacerdote; a Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías; a Safán,
secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del rey: «Vayan al
templo y consulten al Señor por mí, por el pueblo y por toda la gente de
Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en este rollo que se encontró. Pues el gran enojo del S eñor arde contra nosotros, porque nuestros
antepasados no obedecieron las palabras de este rollo. No hemos estado
haciendo todo lo que dice que debemos hacer».
Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se dirigieron al Barrio Nuevo de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella
era la esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, el encargado del
guardarropa del templo.
Ella les dijo: «¡El Señor, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió: “Esto dice el S eñor: ‘Traeré desastre
sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Todas las palabras escritas en
el rollo que el rey de Judá leyó se cumplirán, pues los de mi pueblo me
han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses paganos. Estoy muy
enojado con ellos por todo lo que han hecho. Mi enojo arderá contra este
lugar y no se apagará’”.
»Vayan a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al S eñor, y díganle:
“Esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar: ‘Estabas apenado y te humillaste ante el Señor al oír lo que yo
pronuncié contra esta ciudad y sus habitantes, que esta tierra sería maldita
y quedaría desolada. Rasgaste tu ropa en señal de desesperación y lloraste
delante de mí, arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el S eñor. Por
eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después de que hayas
muerto y seas enterrado en paz. Tú no llegarás a ver la calamidad que traeré
sobre esta ciudad’”».
De modo que llevaron su mensaje al rey.
Entonces el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
Luego subió al templo del S eñor junto con todos los habitantes de Judá y
de Jerusalén, acompañado por los sacerdotes y los profetas: toda la gente,
desde el menos importante hasta el más importante. Allí el rey les leyó
todo el libro del pacto, que se había encontrado en el templo del Señor.
El rey tomó su lugar de autoridad junto a la columna y renovó el pacto en
presencia del S eñor. Se comprometió a obedecer al S eñor cumpliendo
sus mandatos, leyes y decretos con todo el corazón y con toda el alma. De
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