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J os u é
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salieron de Gilgal hacia Gabaón. «No les tengas miedo —le dijo el Señor
a Josué—, porque te he dado la victoria. Ni uno de ellos podrá hacerte
frente».
Josué marchó toda la noche desde Gilgal y tomó por sorpresa a los ejércitos amorreos. El S eñor llenó de pánico a los a morreos, y los israelitas
masacraron a un gran número de ellos en Gabaón. Después persiguieron
a sus enemigos por el camino que lleva a Bet-horón y los fueron matando
a lo largo de toda la ruta a Azeca y Maceda. Mientras los a morreos estaban
en retirada por el camino de Bet-horón, el Señor los destruyó mediante
una terrible tormenta de granizo que envió desde el cielo, y que no paró
hasta que llegaron a Azeca. El granizo mató a más enemigos de los que
mataron los israelitas a filo de espada.
El día que el S eñor les dio a los israelitas la victoria sobre los a morreos,
Josué oró al Señor delante de todo el pueblo de Israel y dijo:
«Que el sol se detenga sobre Gabaón,
y la luna, sobre el valle de Ajalón».
Entonces el sol se detuvo y la luna se quedó en su sitio hasta que la nación
de Israel terminó de derrotar a sus enemigos.
¿Acaso no está registrado ese suceso en El libro de Jaser? El sol se detuvo
en medio del cielo y no se ocultó como en un día normal. Jamás, ni antes
ni después, hubo un día como ese, cuando el S eñor contestó semejante
oración. ¡Sin duda, ese día el Señor peleó por Israel!
Después Josué y el ejército israelita regresaron a su campamento, en
Gilgal.
Durante la batalla, los cinco reyes escaparon y se escondieron en una
cueva, en Maceda. Cuando Josué oyó que los habían encontrado, dio la
siguiente orden: «Cubran la abertura de la cueva con rocas grandes y pongan guardias en la entrada, para mantener adentro a los reyes. Los demás
continúen persiguiendo a los enemigos y mátenlos por la retaguardia. No
los dejen volver a sus ciudades, porque el Señor, Dios de ustedes, les ha
dado la victoria sobre ellos».
Entonces Josué y el ejército israelita continuaron con la masacre y derrotaron al enemigo por completo. Exterminaron totalmente a los cinco ejércitos con excepción de un pequeño grupo que logró llegar a sus ciudades
fortificadas. Luego los israelitas volvieron a salvo al campamento de Maceda, donde estaba Josué. Después de eso, nadie se atrevió a decir ni una
sola palabra en contra de Israel.
Luego Josué dijo: «Quiten las rocas que cubren la abertura de la cueva y
tráiganme a los cinco reyes». Así que hicieron salir de la cueva a los cinco
reyes de las ciudades de Jerusalén, de Hebrón, de Jarmut, de Laquis y de
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