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INMERSIÓN
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REINOS
2R
| 18:34–19:12
han salvado a su pueblo del rey de Asiria? ¿Qué les sucedió a los dioses de
Hamat y de Arfad? ¿Y qué me dicen de los dioses de Sefarvaim, Hena e
Iva? ¿Algún dios libró a Samaria de mi poder? ¿Cuál de los dioses de alguna
nación ha podido salvar alguna vez a su pueblo de mi poder? ¿Qué les hace
pensar entonces que el S eñor puede librar a Jerusalén de mis manos?”».
El pueblo se quedó en silencio y no dijo ni una palabra, porque Ezequías
le había ordenado: «No le respondan».
Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, administrador del palacio; Sebna, secretario de la corte; y Joa, hijo de Asaf, historiador del reino, regresaron
a donde estaba Ezequías. Desesperados rasgaron su ropa, entraron para
ver al rey y le contaron lo que había dicho el jefe del Estado Mayor asirio.
Cuando el rey Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela
áspera y entró al templo del S eñor. Enseguida envió a Eliaquim, administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo de
Amoz. Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad,
insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la
madre no tiene fuerzas para dar a luz. Tal vez el Señor tu Dios haya oído
al jefe del Estado Mayor asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al
Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los
que hemos quedado!”».
Una vez que los funcionarios del rey Ezequías le dieron a Isaías el mensaje del rey, el profeta respondió: «Díganle a su amo: “Esto dice el Señor:
‘No te alteres por ese discurso blasfemo que han pronunciado contra mí
los mensajeros del rey de Asiria. ¡Escucha! Yo mismo actuaré en su contra,
y el rey recibirá un mensaje de que lo necesitan en su país. Así que volverá
a su tierra, donde haré que lo maten a filo de espada’”».
Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor asirio partió de Jerusalén para
consultar al rey de Asiria, quien había salido de Laquis y estaba atacando
a Libna.
Poco después, el rey Senaquerib recibió la noticia de que el rey Tirhaca
de Etiopía iba al frente de un ejército para luchar contra él. Antes de salir
al encuentro de sus agresores, envió mensajeros de regreso a Ezequías, en
Jerusalén, con el siguiente mensaje:
«Este mensaje está dirigido al rey Ezequías de Judá. No dejes que
tu Dios, en quien confías, te engañe con promesas de que Jerusalén
no caerá en manos del rey de Asiria. Tú sabes perfectamente bien lo
que han hecho los reyes de Asiria en todos los lugares donde han ido.
¡Han destruido por completo a todo aquel que se ha interpuesto en
su camino! ¿Por qué serías tú la excepción? ¿Acaso los dioses de otras
naciones las han rescatado, naciones como Gozán, Harán, Resef y el
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