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SAMUEL–REYES
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de los sacerdotes desterrados; que viva allí y les enseñe a los nuevos residentes las costumbres religiosas del D
ios de ese lugar». Entonces uno de
los sacerdotes que había sido desterrado de Samaria regresó a Betel y les
enseñó a los nuevos residentes cómo adorar al Señor.
Sin embargo, los diversos grupos de extranjeros a la vez siguieron rindiendo culto a sus propios dioses. En todas las ciudades donde habitaban,
colocaron sus ídolos en los santuarios paganos que la gente de Samaria
había construido. Los que eran de Babilonia rendían culto a ídolos de
su dios S ucot-benot; los de Cuta rendían culto a su dios Nergal; los que
eran de Hamat rendían culto a Asima; los avitas rendían culto a sus dioses
Nibhaz y Tartac; y la gente de Sefarvaim hasta quemaba a sus propios hijos
en sacrificio a sus dioses Adramelec y Anamelec.
Los nuevos residentes adoraban al Señor, pero también elegían de
entre ellos a cualquiera y lo nombraban sacerdote para que ofreciera sacrificios en los lugares de culto. Aunque adoraban al S eñor, seguían tras sus
propios dioses según las costumbres religiosas de las naciones de donde
provenían. Todo esto sigue igual hasta el día de hoy. Ellos continúan con
sus prácticas antiguas en vez de adorar verdaderamente al Señor y obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos que
él les dio a los descendientes de Jacob, a quien le cambió el nombre por
el de Israel.
Pues el Señor hizo un pacto con los descendientes de Jacob y les ordenó: «No rindan culto a otros dioses, ni se inclinen ante ellos, ni los
sirvan, ni les ofrezcan sacrificios. En cambio, adoren solo al Señor, quien
los sacó de Egipto con gran fuerza y brazo poderoso. Inclínense solo ante
él y ofrezcan sacrificios únicamente a él. En todo momento, asegúrense
de obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos
que él escribió para ustedes. No deben rendir culto a otros dioses. No olviden el pacto que hice con ustedes y no rindan culto a otros dioses. Adoren
solo al Señor su Dios. Él es quien los librará de todos sus enemigos».
Sin embargo, la gente no quiso escuchar y siguió con sus prácticas antiguas. Así que, si bien los nuevos residentes adoraban al Señor, también
rendían culto a sus ídolos; y hasta el día de hoy, sus descendientes hacen
lo mismo.
Ezequías, hijo de Acaz, comenzó a gobernar Judá durante el tercer año del
reinado de Oseas en I srael. Tenía veinticinco años cuando subió al trono
y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre se llamaba Abías, hija de
Zacarías. Ezequías hizo lo que era agradable a los ojos del Señor, igual
que su antepasado D
avid. Él quitó los santuarios paganos, destrozó las
columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Hizo
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