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SAMUEL–REYES
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campo; esperan que salgamos de la ciudad para capturarnos vivos y tomar
la ciudad.
Entonces uno de sus oficiales le dijo:
—Deberíamos mandar espías a investigar. Que se lleven cinco de los
caballos que quedan. Si les pasa algo, no será peor que si se quedan aquí y
mueren con todos nosotros.
Así que prepararon dos c arros de g uerra con caballos, y el rey envió
espías para que averiguaran qué le había sucedido al ejército arameo. Los
espías recorrieron todo el camino hasta el río Jordán siguiendo un rastro
de prendas y objetos tirados por los arameos cuando huyeron desesperadamente. Luego regresaron y le informaron al rey. Entonces la gente de
Samaria salió corriendo y saqueó el campamento de los arameos. Así se
cumplió ese día, tal como el S eñor había prometido, que se venderían
siete litros de harina selecta por una pieza de plata y catorce litros de grano
de cebada por una pieza de plata. El rey asignó al funcionario que lo atendía para que controlara a las multitudes en la puerta, pero cuando salieron
corriendo, lo atropellaron y lo pisotearon y así el hombre murió.
Así que todo sucedió exactamente como el hombre de D
ios lo había
predicho cuando el rey fue a verlo a su casa. El hombre de D
ios le había
dicho al rey: «Mañana, a esta hora, en los mercados de Samaria, siete litros
de harina selecta costarán una pieza de plata y catorce litros de grano de
cebada costarán una pieza de plata».
El funcionario del rey había respondido: «¡Eso sería imposible aunque el Señor abriera las ventanas del cielo!». Y el hombre de D
ios había
dicho: «¡Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada de
eso!». Y así fue, las multitudes lo aplastaron y murió a la entrada de la
ciudad.
Eliseo le había dicho a la madre del niño que él había resucitado: «Toma a
tu familia y múdate a algún otro lugar, porque el Señor ha decretado que
habrá hambre en Israel durante siete años». Entonces la mujer hizo lo que
el hombre de Dios le indicó. Tomó a su familia y se estableció en la tierra
de los filisteos por siete años.
Una vez que pasó el hambre, la mujer regresó de la t ierra de los filisteos y
fue a ver al rey para recuperar su casa y sus tierras. Cuando ella entró, el rey
estaba conversando con Giezi, el sirviente del hombre de D
ios, y acababa
de decirle: «Cuéntame algunas de las grandes cosas que ha hecho Eliseo».
Cuando Giezi estaba relatándole al rey la ocasión en que Eliseo le había
devuelto la vida a un niño, en ese preciso instante, la madre del niño entró
para presentarle al rey la petición de su casa y de sus tierras.
—¡Mire, mi señor el rey! —exclamó Giezi—. ¡Ella es la mujer y este es
su hijo, el que Eliseo volvió a la vida!
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