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INMERSIÓN
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REINOS
8:24–9:1
Cuando el ejército israelita terminó de perseguir y de matar a todos
los hombres de Hai en campo abierto, regresó y acabó con la gente que
había quedado en la ciudad. Ese día fue exterminada toda la población de
Hai, incluidos hombres y mujeres, doce mil personas en total. Pues Josué
mantuvo la lanza extendida hasta que todos los habitantes de Hai fueron
totalmente destruidos. Solo los animales y los tesoros de la ciudad no fueron destruidos, porque los israelitas los tomaron como botín, tal como el
Señor le había ordenado a Josué. Luego Josué incendió la ciudad de Hai,
la cual se convirtió en un montón de ruinas y aún sigue desolada hasta el
día de hoy.
Entonces Josué atravesó al rey de Hai con un poste afilado y lo dejó allí
colgado hasta la tarde. A la puesta del sol, los israelitas bajaron el cuerpo
como Josué ordenó y lo arrojaron frente a la puerta de la ciudad. Apilaron
un montón de piedras sobre él, las cuales todavía pueden verse hasta el
día de hoy.
Luego Josué construyó un altar al S eñor, D
ios de Israel, en el monte Ebal.
Siguió los mandatos que M
oisés, siervo del S eñor, había escrito en el
libro de instrucción: «Háganme un altar con piedras sin labrar y que no
hayan sido trabajadas con herramientas de hierro». Entonces presentaron
sobre el altar ofrendas quemadas y ofrendas de paz al Señor. Y mientras
los israelitas observaban, Josué copió en las piedras del altar las instrucciones que Moisés les había dado.
Después, todo Israel —tanto los extranjeros como los israelitas de
nacimiento— junto con sus ancianos, jefes y jueces fue dividido en dos
grupos. Un grupo se paró frente al monte Gerizim, y el otro, delante del
monte Ebal. Ambos grupos quedaron frente a frente y, entre ellos, estaban
los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto del S eñor. Todo se
hizo de acuerdo a las órdenes que M
oisés, siervo del Señor, había dado
previamente para bendecir al pueblo de Israel.
Entonces Josué le leyó al pueblo todas las bendiciones y maldiciones
que Moisés había escrito en el libro de instrucción. Cada palabra de cada
mandato que Moisés había dado se leyó a todos los israelitas reunidos en
asamblea, incluso a las mujeres, a los niños y a los extranjeros que vivían
entre ellos.
Ahora bien, todos los reyes que estaban al occidente del río Jordán se enteraron de lo que había sucedido. Eran los reyes de los hititas, a morreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, quienes vivían en la zona montañosa,
en las colinas occidentales y a lo largo de la costa del mar Mediterráneo
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