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INMERSIÓN
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REINOS
2R
| 3:17–4:1
—Esto dice el Señor: “¡Este valle seco se llenará de lagunas! Ustedes
no verán viento ni lluvia, dice el Señor, pero este valle se llenará de agua.
Habrá suficiente para ustedes, para su ganado y para los demás animales;
pero eso es algo muy sencillo para el S eñor, ¡porque él les dará la victoria
sobre el ejército de Moab! Ustedes conquistarán las mejores ciudades de
Moab, incluso las que están fortificadas. Cortarán todos los árboles buenos, taparán todos los manantiales y con piedras arruinarán toda la t ierra
productiva”.
Al día siguiente, como a la hora que se ofrecía el sacrificio matutino, ¡de
repente apareció agua! Fluía desde Edom, y pronto hubo agua por todos
lados.
Mientras tanto, cuando los moabitas se enteraron de que los tres ejércitos marchaban contra ellos, movilizaron a todos los hombres que tenían
edad suficiente para ceñirse una espada, y tomaron posiciones a lo largo
de la frontera. Ahora bien, cuando se levantaron a la mañana siguiente, el
sol se reflejaba en el agua de tal forma que a los moabitas les pareció ver
rojo, como si fuera sangre. «¡Es sangre! —exclamaban—. ¡Seguro los tres
ejércitos se atacaron mutuamente y se mataron unos a otros! ¡Hombres
de Moab, vamos a recoger el botín!».
Sin embargo, cuando los moabitas llegaron al campamento de los israelitas, el ejército de I srael se levantó y los atacó hasta que se dieron la
vuelta y huyeron. Las tropas de Israel los persiguieron hasta dentro de la
tierra de Moab, destruyendo todo lo que encontraban a su paso. Destruyeron las ciudades, cubrieron con piedras toda la t ierra productiva, taparon
todos los manantiales y cortaron todos los árboles buenos. Lo último que
quedaba en pie era K
ir-hareset con sus murallas de piedra, pero algunos
hombres con hondas la rodearon y la atacaron.
Cuando el rey de Moab vio que estaba perdiendo la batalla, salió con
setecientos de sus espadachines en un intento desesperado por penetrar
en las filas enemigas que estaban cerca del rey de Edom, pero fracasaron.
Después el rey de Moab tomó a su hijo mayor, el heredero al trono, y lo
sacrificó como una ofrenda quemada sobre la muralla. En consecuencia,
hubo un gran enojo contra Israel y los israelitas se retiraron y regresaron
a su tierra.
Cierto día, la viuda de un miembro del grupo de profetas fue a ver a Eliseo
y clamó:
—Mi esposo, quien te servía, ha muerto, y tú sabes cuánto él temía al
Señor; pero ahora ha venido un acreedor y me amenaza con llevarse a mis
dos hijos como esclavos.
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