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INMERSIÓN
•
REINOS
1R
| 20:39–21:10
se quedó junto al camino, esperando al rey. Cuando el rey pasó, el profeta
lo llamó:
—Señor, yo estaba en lo más reñido de la batalla, cuando de pronto un
hombre me trajo un prisionero y me dijo: “Vigila a este hombre; si por
alguna razón se te escapa, ¡pagarás con tu vida o con una multa de treinta
y cuatro kilos de plata!”; pero mientras yo estaba ocupado en otras cosas,
¡el prisionero desapareció!
—Bueno, fue tu culpa —respondió el rey—. Tú mismo has firmado tu
propia sentencia.
Enseguida el profeta se quitó la venda de los ojos, y el rey lo reconoció
como uno de los profetas. El profeta le dijo:
—Esto dice el Señor: “Por haberle perdonado la vida al hombre que
yo dije que había que destruir ahora tú morirás en su lugar, y tu pueblo
morirá en lugar de su pueblo”.
Entonces el rey de Israel volvió a su casa en Samaria, enojado y de mal
humor.
Había un hombre llamado Nabot, de Jezreel, que era dueño de un viñedo
ubicado en Jezreel al lado del palacio de Acab, rey de Samaria. Cierto día
Acab le dijo a Nabot:
—Ya que tu viñedo está tan cerca de mi palacio, me gustaría comprarlo
para usarlo como huerta. A cambio te daré un viñedo mejor, o bien, si
prefieres, te pagaré con dinero.
Pero Nabot respondió:
—El Señor me libre de entregar la herencia que me dejaron mis
antepasados.
Entonces Acab regresó a su casa enojado y de mal humor por la respuesta de Nabot, y se acostó de cara a la pared y no quiso comer.
—¿Qué te pasa? —le preguntó su esposa Jezabel—. ¿Por qué estás tan
disgustado que no quieres comer nada?
—Le pedí a Nabot que me vendiera su viñedo, incluso le ofrecí canjeárselo por otro mejor, ¡pero no quiso! —le contestó Acab.
—¿Acaso no eres tú el rey de Israel? —preguntó Jezabel—. Levántate y
come algo, no te preocupes por eso. ¡Yo te conseguiré el viñedo de Nabot!
Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, las selló con el sello
del rey y las envió a los ancianos y a los demás líderes de la ciudad donde
vivía Nabot. En esas cartas daba la siguiente orden: «Convoquen a todos
los ciudadanos a que se reúnan para tener un tiempo de ayuno y denle a
Nabot un lugar de honor. Luego, sienten a dos sinvergüenzas frente a él
que lo acusen de maldecir a D
ios y al rey. Después sáquenlo y mátenlo a
pedradas».
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