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INMERSIÓN
•
REINOS
1R
| 17:10–18:2
Elías se dirigió a Sarepta y, cuando llegó a las puertas del pueblo, vio a
una viuda juntando leña y le dijo:
—Por favor, ¿podrías traerme un poco de agua en una taza?
Mientras ella iba a buscarle el agua, la llamó y dijo:
—También tráeme un bocado de pan.
Pero ella respondió:
—Le juro por el Señor su Dios que no tengo ni un pedazo de pan en
la casa. Solo me queda un puñado de harina en el frasco y un poquito de
aceite en el fondo del jarro. Estaba juntando algo de leña para preparar una
última comida, después mi hijo y yo moriremos.
Entonces Elías le dijo:
—¡No tengas miedo! Sigue adelante y haz exactamente lo que acabas
de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí. Luego, con lo que
te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. Pues el S eñor, Dios de Israel
dice: “Siempre habrá harina y aceite de oliva en tus recipientes, ¡hasta que
el S eñor mande lluvia y vuelvan a crecer los cultivos!”.
Así que ella hizo lo que Elías le dijo, y ella, su familia y Elías comieron
durante muchos días. Siempre había suficiente harina y aceite de oliva en
los recipientes, tal como el Señor lo había prometido por medio de Elías.
Tiempo después, el hijo de la mujer se enfermó. Cada día empeoraba y
finalmente murió. Entonces ella le dijo a Elías:
—¡Ay, hombre de D
ios! ¿Qué me ha hecho usted? ¿Ha venido aquí para
señalarme mis pecados y matar a mi hijo?
Pero Elías contestó:
—Dame a tu hijo.
Entonces tomó el cuerpo del niño de los brazos de la madre, lo cargó
por las escaleras hasta la habitación donde él estaba alojado y lo puso sobre
la cama. Después Elías clamó al S eñor: «Oh S eñor mi Dios, ¿por qué
le has traído desgracia a esta viuda que me abrió su casa, al provocar la
muerte de su hijo?».
Entonces Elías se tendió sobre el niño tres veces y clamó al S eñor: «¡Oh
Señor mi D
ios, te ruego que le devuelvas la vida a este niño!». El S eñor
oyó la oración de Elías, ¡y la vida volvió al niño, y revivió! Entonces Elías
bajó al niño de la habitación en el piso de arriba y se lo entregó a su madre.
—¡Mira —le dijo—, tu hijo vive!
Entonces la mujer le dijo a Elías:
—Ahora estoy convencida de que usted es un hombre de Dios y que de
verdad el S eñor habla por medio de usted.
Más tarde, durante el tercer año de la sequía, el S eñor dijo a Elías: «Preséntate ante el rey Acab y dile que ¡pronto enviaré lluvia!». Entonces Elías
fue a ver al rey Acab.
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