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INMERSIÓN
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REINOS
1R
| 12:17-32
Y tú, David, ¡cuida de tu propia casa!».
Entonces el pueblo de Israel regresó a casa; pero Roboam siguió gobernando a los israelitas que vivían en las ciudades de Judá.
Luego el rey Roboam envió a Adoniram, quien estaba a cargo del trabajo
forzado, a restaurar el orden, pero el pueblo de I srael lo apedreó a muerte.
Cuando el rey Roboam se enteró, enseguida subió a su c arro de g uerra y
huyó a Jerusalén. Hasta el día de hoy, las tribus del norte de Israel se han
negado a ser gobernadas por un descendiente de David.
Cuando los israelitas supieron que Jeroboam había regresado de Egipto,
convocaron una asamblea y lo nombraron rey de todo I srael. Así que solo
la tribu de Judá permaneció fiel a la familia de David.
Cuando Roboam llegó a Jerusalén, movilizó a los hombres de Judá y a la
tribu de Benjamín —ciento ochenta mil guerreros selectos— para pelear
contra los hombres de Israel y recuperar el reino.
Ahora bien, Dios le dijo a Semaías, hombre de Dios: «Diles a Roboam,
hijo de Salomón, rey de Judá, y también a toda la gente de Judá y de Benjamín y a todo el resto del pueblo: “Esto dice el Señor: ‘No peleen contra
sus parientes, los israelitas. ¡Regrese cada uno a su casa, porque lo que
ha sucedido es obra mía!’”». Entonces ellos obedecieron el mensaje del
Señor y cada uno volvió a su casa, tal como el Señor había ordenado.
Jeroboam fortificó la ciudad de Siquem, en la región montañosa de Efraín,
la que llegó a ser su capital. Tiempo después, también fortificó la ciudad
de Peniel.
Jeroboam pensó: «Si no tengo cuidado, el reino volverá a la dinastía de
David. Cuando este pueblo vaya a Jerusalén para ofrecer sacrificios en el
templo del Señor, ellos volverán a ser leales al rey Roboam de Judá; a mí
me matarán y a él lo nombrarán rey en mi lugar».
Entonces, siguiendo la recomendación de sus consejeros, el rey hizo dos
becerros de oro. Después dijo a la gente: «Para ustedes es muy complicado
ir hasta Jerusalén a adorar. Miren, israelitas, ¡estos son los dioses que los
sacaron de Egipto!».
Jeroboam colocó uno de los ídolos con forma de becerro en Betel y al
otro lo puso en Dan, es decir, en ambos extremos de su reino. Esto llegó
a ser un gran pecado, porque la gente rendía culto a ídolos y viajaba hasta
Dan, al norte, para rendir culto al becerro que estaba allí.
Además, Jeroboam construyó edificios en el mismo sitio de los santuarios paganos y consagró sacerdotes de entre la gente común, es decir, personas que no pertenecían a la tribu sacerdotal de Leví. También instituyó
un festival religioso en Betel, que se celebraba el día quince del octavo
mes, y que era una imitación del Festival de las Enramadas en Judá. Allí,
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