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INMERSIÓN
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REINOS
1R
| 9:15–10:5
Este es el relato del trabajo forzado que el rey Salomón impuso para la
construcción del templo del S eñor, el palacio real, los terraplenes, la muralla de Jerusalén y las ciudades de Hazor, Meguido y Gezer. (El faraón,
rey de Egipto, había atacado y conquistado Gezer, mató a la población
cananea e incendió la ciudad. Luego se la dio a su hija como regalo de
bodas cuando ella se casó con Salomón. Así que Salomón reconstruyó la
ciudad de Gezer). También fortificó las ciudades de B
et-horón de abajo,
Baalat y Tamar, en el desierto que está dentro de su tierra. Construyó ciudades como centros de almacenamiento así como ciudades para sus carros
de guerra y sus caballos. Construyó todo lo que quiso en Jerusalén, en el
Líbano y por todo su reino.
En esa t ierra todavía había habitantes que no eran israelitas, entre los
cuales se encontraban a morreos, hititas, ferezeos, heveos y jebuseos.
Todos ellos eran descendientes de las naciones que el pueblo de I srael no
había destruido por completo. Entonces Salomón los obligó a servir como
esclavos, y hasta el día de hoy son trabajadores forzados; pero Salomón
no obligó a ningún israelita para el trabajo forzado, sino que los puso a su
servicio como soldados, funcionarios de gobierno, oficiales y capitanes en
su ejército, y comandantes y conductores de sus carros de guerra. Salomón
designó a quinientos cincuenta de ellos para que supervisaran a los trabajadores de sus diversos proyectos.
Salomón trasladó a su esposa, la hija del faraón, de la Ciudad de D
avid
al palacio nuevo que le había edificado; luego construyó los terraplenes.
Tres veces al año Salomón presentaba ofrendas quemadas y ofrendas
de paz sobre el altar que había construido para el S eñor. También quemaba incienso al Señor. Finalmente terminó el trabajo de construir el
templo.
El rey Salomón también construyó una flota de barcos en E
zión-geber,
un puerto cerca de Elat en la tierra de Edom, a la orilla del mar Rojo. Hiram
envió tripulaciones de marineros expertos para navegar los barcos junto
con los hombres de Salomón. Navegaron hasta Ofir y regresaron con unas
catorce toneladas de oro, que entregaron a Salomón.
Cuando la reina de Saba se enteró de la fama de Salomón, fama que honraba el nombre del Señor, fue a visitarlo para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó a Jerusalén con un gran séquito de asistentes y una
enorme caravana de camellos cargados con especias, grandes cantidades
de oro y piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, habló con
él acerca de todo lo que ella tenía en mente. Salomón tenía respuestas
para todas sus preguntas; nada le resultaba demasiado difícil de explicar.
Cuando la reina de Saba se dio cuenta de lo sabio que era Salomón y vio el
palacio que él había construido, quedó atónita. También estaba asombrada
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