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SAMUEL–REYES
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—Tu sentencia es justa; haré todo lo que mi señor el rey mande.
Por lo tanto, Simei vivió en Jerusalén un largo tiempo.
Sin embargo, tres años después, dos esclavos de Simei se fugaron a Gat,
donde reinaba Aquis, hijo de Maaca. Cuando Simei supo dónde estaban,
ensilló su burro y fue a Gat a buscarlos. Una vez que los encontró, los llevó
de regreso a Jerusalén.
Salomón se enteró de que Simei había salido de Jerusalén, que había
ido a Gat y regresado. Así que el rey lo mandó llamar y le preguntó: «¿No
te hice jurar por el Señor y te advertí que no salieras a ninguna parte, o
de lo contrario, morirías? Y tú respondiste: “La sentencia es justa; haré lo
que mandes”. Entonces, ¿por qué no cumpliste tu juramento al S eñor ni
obedeciste mi orden?».
El rey también le dijo: «Seguramente recordarás todas las maldades que
le hiciste a mi padre David. Que ahora el Señor traiga todo ese mal sobre
tu cabeza; pero que yo, el rey Salomón, reciba las bendiciones del S eñor,
y que siempre haya un descendiente de David sentado en este trono, en
presencia del S eñor». Entonces, por orden del rey, Benaía, hijo de Joiada,
llevó a Simei afuera y lo mató.
De ese modo, el reino quedó afianzado en manos de Salomón.
Salomón hizo una alianza con el faraón, rey de Egipto, y se casó con una
de sus hijas. Se la llevó a vivir a la Ciudad de David mientras terminaba
de construir su palacio, el templo del S eñor y la muralla que rodeaba la
ciudad. En ese tiempo, el pueblo de I srael sacrificaba sus ofrendas en los
lugares de culto de la región, porque todavía no se había construido un
templo en honor al nombre del Señor.
Salomón amaba al Señor y seguía todos los decretos de su padre David;
sin embargo, él también ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares de culto de la región. El más importante de esos lugares de culto
se encontraba en Gabaón; así que el rey fue allí y sacrificó mil ofrendas
quemadas. Esa noche, el Señor se le apareció a Salomón en un sueño y
Dios le dijo:
—¿Qué es lo que quieres? ¡Pídeme, y yo te lo daré!
Salomón contestó:
—Tú mostraste gran y fiel amor hacia tu siervo D
avid, mi padre, un
hombre transparente y leal, quien te fue fiel. Hoy sigues mostrándole este
gran y fiel amor al darle un hijo que se siente en su trono.
»Ahora, oh Señor mi D
ios, tú me has hecho rey en lugar de mi padre,
David, pero soy como un niño pequeño que no sabe por dónde ir. Sin embargo, aquí estoy en medio de tu pueblo escogido, ¡una nación tan grande
y numerosa que no se puede contar! Dame un corazón comprensivo para
que pueda gobernar bien a tu pueblo, y sepa la diferencia entre el bien y el
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