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INMERSIÓN
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REINOS
2S
| 13:33–14:10
Amnón! Absalón había estado tramando esto desde que Amnón violó a
su hermana Tamar. No, mi señor el rey, ¡no todos sus hijos están muertos!
¡Solo murió Amnón!
Mientras tanto, Absalón escapó.
En ese momento, el centinela que estaba sobre la muralla de Jerusalén
vio a una multitud descendiendo de una colina por el camino desde el
occidente. Entonces corrió y le dijo al rey:
—Veo a una multitud que viene por el camino de Horonaim por la ladera de la colina.
—¡Mire! —le dijo Jonadab al rey—. ¡Allí están! Ya vienen los hijos del
rey, tal como dije.
Pronto llegaron, llorando y sollozando. Entonces el rey y todos sus
siervos lloraron amargamente con ellos. Y David hizo duelo por su hijo
Amnón por muchos días.
Absalón huyó adonde estaba su abuelo Talmai, hijo de Amiud, rey de
Gesur. Se quedó en Gesur por tres años. Y el rey David, ya resignado de la
muerte de Amnón, anhelaba reencontrarse con su hijo Absalón.
Joab se dio cuenta de cuánto el rey deseaba ver a Absalón. Así que mandó
llamar a una mujer de Tecoa que tenía fama de ser muy sabia. Le dijo:
«Finge que estás de duelo; ponte ropa de luto y no uses lociones. Actúa
como una mujer que ha estado de duelo por mucho tiempo. Entonces
ve al rey y dile la historia que te voy a contar». Luego Joab le dijo lo que
tenía que decir.
Cuando la mujer de Tecoa se acercó al rey, se inclinó rostro en tierra con
profundo respeto y exclamó:
—¡Oh rey, ayúdeme!
—¿Qué problema tienes? —preguntó el rey.
—¡Ay de mí que soy viuda! —contestó ella—. Mi esposo está muerto
y mis dos hijos se pelearon en el campo y, como no había nadie que los
separara, uno de ellos resultó muerto. Ahora el resto de la familia me exige:
“Entréganos a tu hijo y lo ejecutaremos por haber matado a su hermano.
No merece heredar la propiedad familiar”. Quieren extinguir la única brasa
que me queda, y el nombre y la familia de mi esposo desaparecerán de la
faz de la tierra.
—Yo me encargo de este asunto —le dijo el rey—. Ve a tu casa, yo me
aseguraré de que nadie lo toque.
—¡Oh gracias, mi señor el rey! —le respondió la mujer de Tecoa—. Si
lo critican por ayudarme, que la culpa caiga sobre mí y sobre la casa de mi
padre, y que el rey y su trono sean inocentes.
—Si alguien se opone —le dijo el rey—, tráemelo. ¡Te aseguro que
nunca más volverá a hacerte daño!
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