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Samue
2S
–REYES
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Pero Amnón no quiso escucharla. Entonces llamó a su sirviente y le
ordenó:
—¡Echa fuera a esta mujer y cierra la puerta detrás de ella!
Así que el sirviente la sacó y cerró la puerta detrás de ella. Tamar llevaba
puesta una hermosa túnica larga, como era costumbre en esos días para
las hijas vírgenes del rey. Pero entonces, ella rasgó su túnica y echó ceniza
sobre su cabeza y, cubriéndose la cara con las manos, se fue llorando.
Su hermano Absalón la vio y le preguntó: «¿Es verdad que Amnón ha
estado contigo? Bien, hermanita, quédate callada por ahora, ya que él es
tu hermano. No te angusties por esto». Así pues, Tamar vivió como una
mujer desconsolada en la casa de su hermano Absalón.
Cuando el rey David se enteró de lo que había sucedido, se enojó
mucho. Absalón nunca habló de esto con Amnón, sin embargo, lo odió
profundamente por lo que le había hecho a su hermana.
Dos años después, cuando se esquilaban las ovejas de Absalón en B
aal-
h azor, cerca de Efraín, Absalón invitó a todos los hijos del rey a una fiesta.
Él fue adonde estaba el rey y le dijo:
—Mis esquiladores ya se encuentran trabajando. ¿Podrían el rey y sus
siervos venir a celebrar esta ocasión conmigo?
El rey contestó:
—No, hijo mío. Si fuéramos todos, seríamos mucha carga para ti.
Entonces Absalón insistió, pero aun así el rey dijo que no iría, aunque
le dio su bendición.
—Bien —le dijo al rey—, si no puedes ir, ¿por qué no envías a mi hermano Amnón con nosotros?
—¿Por qué a Amnón? —preguntó el rey.
Pero Absalón siguió insistiendo hasta que por fin el rey accedió y dejó
que todos sus hijos asistieran, entre ellos Amnón. Así que Absalón preparó
un banquete digno de un rey.
Absalón les dijo a sus hombres:
—Esperen hasta que Amnón se emborrache; entonces, a mi señal, ¡mátenlo! No tengan miedo. Yo soy quien da la orden. ¡Anímense y háganlo!
Por lo tanto, cuando Absalón dio la señal, mataron a Amnón. Enseguida
los otros hijos del rey montaron sus mulas y huyeron.
Mientras iban de regreso a Jerusalén, a David le llegó este informe: «Absalón mató a todos los hijos del rey, ¡ninguno quedó con vida!». Entonces
el rey se levantó, rasgó su túnica y se tiró al suelo. Sus consejeros también
rasgaron sus ropas en señal de horror y tristeza.
Pero justo en ese momento, Jonadab el hijo de Simea, hermano de
David, llegó y dijo:
—No, no crea que todos los hijos del rey están muertos, ¡solamente
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