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INMERSIÓN
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REINOS
2S
| 11:26–12:16
Cuando la esposa de Urías se enteró de que su marido había muerto,
hizo duelo por él. Una vez cumplido el período de luto, D
avid mandó que
la trajeran al palacio, y pasó a ser una de sus esposas. Luego ella dio a luz
un hijo. Pero el S eñor estaba disgustado con lo que David había hecho.
Por lo tanto, el Señor envió al profeta Natán para que le contara a David
la siguiente historia:
—Había dos hombres en cierta ciudad; uno era rico y el otro, pobre.
El hombre rico poseía muchas ovejas, y ganado en cantidad. El pobre no
tenía nada, solo una pequeña oveja que había comprado. Él crió esa ovejita, la cual creció junto con sus hijos. La ovejita comía del mismo plato del
dueño y bebía de su vaso, y él la acunaba como a una hija. Cierto día llegó
una visita a la casa del hombre rico. Pero en lugar de matar un animal de su
propio rebaño o de su propia manada, tomó la ovejita del hombre pobre,
la mató y la preparó para su invitado.
Entonces D
avid se puso furioso.
—¡Tan cierto como que el Señor vive —juró—, cualquier hombre
que haga semejante cosa merece la muerte! Debe reparar el daño dándole
al hombre pobre cuatro ovejas por la que le robó y por no haber tenido
compasión.
Entonces Natán le dijo a David:
—¡Tú eres ese hombre! El Señor, D
ios de Israel, dice: “Yo te ungí rey
de Israel y te libré del poder de Saúl. Te di la casa de tu amo, sus esposas
y los reinos de I srael y Judá. Y si eso no hubiera sido suficiente, te habría
dado más, mucho más. ¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del
Señor e hiciste este acto tan horrible? Pues mataste a Urías el hitita con
la espada de los amonitas y le robaste a su esposa. De ahora en adelante, tu
familia vivirá por la espada porque me has despreciado al tomar a la esposa
de Urías para que sea tu mujer”.
»Esto dice el S eñor: “Por lo que has hecho, haré que tu propia familia
se rebele en tu contra. Ante tus propios ojos, daré tus mujeres a otro hombre, y él se acostará con ellas a la vista de todos. Tú lo hiciste en secreto,
pero yo haré que esto suceda abiertamente a la vista de todo Israel”.
Entonces D
avid confesó a Natán:
—He pecado contra el Señor.
Natán respondió:
—Sí, pero el Señor te ha perdonado, y no morirás por este pecado. Sin
embargo, como has mostrado un total desprecio por la palabra del S eñor
con lo que hiciste, tu hijo morirá.
Después que Natán regresó a su casa, el Señor le envió una enfermedad
mortal al hijo que David tuvo con la esposa de Urías. Así que David le
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