Inmersion Reinos NTV - Flipbook - Página 151
Samue
1S
–REYES
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—Yo voy contigo —contestó Abisai.
Entonces D
avid y Abisai fueron directo al campamento de Saúl y lo
encontraron dormido, con su lanza clavada en tierra junto a su cabeza.
Abner y los soldados estaban dormidos alrededor de él.
—¡Esta vez, sin duda alguna, D
ios te ha entregado a tu enemigo! —le
susurró Abisai a D
avid—. Déjame que lo clave en la t ierra con un solo
golpe de mi lanza; ¡no hará falta darle dos!
—¡No! —dijo David—. No lo mates. Pues ¿quién quedará inocente
después de atacar al ungido del S eñor? Seguro que el S eñor herirá a Saúl
algún día, o morirá de viejo o en batalla. ¡El Señor me libre de que mate
al que él ha ungido! Pero toma su lanza y la jarra de agua que están junto
a su cabeza y ¡luego vámonos de aquí!
Entonces D
avid mismo tomó la lanza y la j arra de agua que estaban cerca
de la cabeza de Saúl. Luego él y Abisai escaparon sin que nadie los viera
ni despertara, porque el Señor hizo que los hombres de Saúl cayeran en
un sueño profundo.
David subió la colina del lado opuesto del campamento hasta que estuvo a una distancia segura. Luego les gritó a los soldados y a Abner hijo
de Ner:
—¡Despiértate, Abner!
—¿Quién es? —preguntó Abner.
—Bueno, Abner, eres un gran hombre, ¿verdad? —se burló D
avid—.
En todo Israel, ¿dónde hay uno que sea tan poderoso como tú? Entonces,
¿por qué no protegiste a tu amo, el rey, cuando alguien entró a matarlo?
¡Eso no está nada bien! Juro por el Señor que tú y tus hombres merecen
morir, ¡porque no protegiste a tu amo, el ungido del S eñor! ¡Mira a tu
alrededor! ¿Dónde están la lanza del rey y la jarra de agua que estaban
junto a su cabeza?
Saúl reconoció la voz de David y gritó:
—¿Eres tú, D
avid, hijo mío?
Y David contestó:
—Sí, mi señor el rey. ¿Por qué me persigue? ¿Qué hice? ¿Qué delito
cometí? Pero ahora que mi señor el rey escuche a su siervo. Si el S eñor lo
ha incitado en mi contra, entonces que él acepte mi ofrenda. Pero si esto es
solo un plan humano, entonces que los que estén involucrados sean malditos por el Señor. Pues me han expulsado de mi hogar, y ya no puedo vivir
entre el pueblo del S eñor y han dicho: “Ve, rinde culto a dioses paganos”.
¿Debo morir en tierra extranjera, lejos de la presencia del Señor? ¿Por qué
el rey de Israel ha salido a buscar a una sola pulga? ¿Por qué me persigue
como a una perdiz en las montañas?
Entonces Saúl confesó:
—He pecado. Hijo mío, vuelve a casa, y ya no trataré de hacerte daño,
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