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INMERSIÓN
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REINOS
1S
| 24:17–25:14
—¿Realmente eres tú, David, hijo mío?
Enseguida comenzó a llorar y le dijo a David:
—Eres mejor persona que yo, porque has devuelto bien por mal. Es
cierto, has sido increíblemente bondadoso conmigo hoy, porque cuando
el S eñor me puso en un lugar donde pudiste haberme matado, no lo hiciste. ¿Quién otro dejaría ir a su enemigo cuando lo tiene en su poder?
Que el Señor te recompense bien por la bondad que hoy me has demostrado. Ahora me doy cuenta de que ciertamente tú serás el rey, y de que
el reino de Israel prosperará bajo tu gobierno. Júrame, entonces, por el
Señor, que cuando esto suceda, ¡no matarás a mi familia ni destruirás a
mis descendientes!
Entonces D
avid le prometió esto a Saúl con un juramento. Después Saúl
volvió a su casa, pero David y sus hombres regresaron a su fortaleza.
Murió Samuel, y todo I srael se reunió para su funeral. Lo enterraron en
su casa en Ramá.
Luego David bajó al desierto de Maón. Había un hombre rico de Maón
que tenía propiedades cerca de la ciudad de Carmelo. Tenía tres mil ovejas
y mil cabras, y era el tiempo de la esquila. Este hombre se llamaba Nabal, y
su esposa, Abigail, era una mujer sensata y hermosa. Pero Nabal, descendiente de Caleb, era grosero y mezquino en todos sus asuntos.
Cuando D
avid se enteró de que Nabal esquilaba sus ovejas, envió a diez
de sus hombres jóvenes a Carmelo con el siguiente mensaje para Nabal:
«¡Paz y prosperidad para ti, para tu familia y para todo lo que posees! Me
dicen que es el tiempo de la esquila. Mientras tus pastores estuvieron entre
nosotros cerca de Carmelo, nunca les hicimos daño y nunca se les robó
nada. Pregunta a tus propios hombres, y te dirán que es cierto. Así que,
¿podrías ser bondadoso con nosotros, ya que hemos venido en tiempo de
celebración? Por favor, comparte con nosotros y con tu amigo D
avid las
provisiones que tengas a la mano». Los hombres le dieron este mensaje a
Nabal en nombre de David y esperaron la respuesta.
«¿Quién es ese tipo D
avid? —les dijo Nabal con desdén—. ¿Quién
se cree que es este hijo de Isaí? En estos días hay muchos siervos que se
escapan de sus amos. ¿Debo tomar mi pan, mi agua y la carne que destacé
para mis esquiladores y dárselos a un grupo de bandidos que viene de
quién sabe dónde?».
De modo que los hombres de David regresaron y le dijeron lo que Nabal
había dicho. «¡Tomen sus espadas!», respondió David mientras se ceñía
la suya. Enseguida David salió con cuatrocientos hombres, mientras doscientos se quedaron cuidando las pertenencias.
Entre tanto, uno de los siervos de Nabal fue a decirle a Abigail: «David
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