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INMERSIÓN
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REINOS
1S
| 20:28–21:2
—¿Por qué el hijo de Isaí no vino a comer ni ayer ni hoy?
Jonatán le contestó:
—David me rogó que lo dejara ir a Belén. Me dijo: “Por favor, déjame
ir, porque mi familia celebrará un sacrificio. Mi hermano me exigió que
estuviera presente. Así que te ruego que me dejes ir a ver a mis hermanos”.
Por eso no está a la mesa del rey.
Entonces Saúl se puso muy furioso con Jonatán.
—¡Tú, estúpido hijo de prostituta! —lo maldijo—. ¿Acaso piensas que
no sé que tú quieres que él sea rey en lugar de ti, para vergüenza tuya y de
tu madre? Mientras ese hijo de Isaí esté vivo, jamás serás rey. ¡Ahora ve y
búscalo para que lo mate!
—¿Pero por qué tiene que morir? —le preguntó Jonatán a su padre—.
¿Qué ha hecho?
Entonces Saúl le arrojó su lanza a Jonatán con la intención de matarlo.
Por fin Jonatán se dio cuenta de que su padre realmente había decidido
matar a D
avid.
Así que Jonatán dejó la mesa enfurecido y se negó a comer durante ese
segundo día del festival, porque estaba destrozado por la vergonzosa conducta de su padre hacia David.
A la mañana siguiente, como habían acordado, Jonatán salió al campo
acompañado por un muchachito para que le recogiera las flechas. «Comienza a correr —le dijo al niño— para que puedas encontrar las flechas
mientras las voy disparando». Entonces el niño c orrió y Jonatán disparó
una flecha más allá de donde estaba el muchacho. Cuando el niño casi llegaba a donde estaba la flecha, Jonatán gritó: «La flecha está más adelante.
Rápido, apresúrate, no te detengas». Así que con prisa el niño recogió las
flechas y regresó corriendo a su amo. El muchacho, por supuesto, no sospechaba nada; solo Jonatán y D
avid entendieron la señal. Después Jonatán
le dio su arco y sus flechas al niño y le dijo que los regresara a la ciudad.
En cuanto se fue el niño, David salió de su escondite cerca del montón
de piedras y se inclinó ante Jonatán tres veces, rostro en tierra. Mientras se
abrazaban y se despedían, los dos lloraban, especialmente David.
Finalmente, Jonatán le dijo a David: «Ve en paz, porque nos hemos jurado lealtad el uno al otro en el nombre del Señor. Él es testigo del vínculo
que hay entre nosotros y nuestros hijos para siempre». Después David se
fue, y Jonatán regresó a la ciudad.
avid fue a la ciudad de Nob para ver al sacerdote Ahimelec. Cuando
D
Ahimelec lo vio, se puso a temblar.
—¿Por qué estás solo? —le preguntó—. ¿Por qué nadie te acompaña?
—El rey me envió en un asunto privado —dijo David—. Me pidió que
no le contara a nadie por qué estoy aquí. Les dije a mis hombres dónde
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