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Samue
1S
–REYES
| 17:52–18:11
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vuelta y huyeron. Así que los hombres de I srael y Judá dieron un gran grito
de triunfo y corrieron tras los filisteos, persiguiéndolos tan lejos como Gat
y hasta las puertas de Ecrón. Los cuerpos de los filisteos muertos y heridos
estuvieron esparcidos a lo largo del camino de Saaraim, hasta Gat y Ecrón.
Luego el ejército de Israel regresó y saqueó el campamento abandonado
de los filisteos. (David llevó la cabeza del filisteo a Jerusalén, pero guardó
la armadura en su propia carpa).
Al observar a David pelear contra el filisteo, Saúl le preguntó a Abner, el
comandante de su ejército:
—Abner, ¿quién es el padre de este muchacho?
—En realidad no lo sé —declaró Abner.
—Bueno, ¡averigua quién es! —le dijo el rey.
Tan pronto como D
avid regresó de matar a Goliat, Abner lo llevó ante
Saúl con la cabeza del filisteo todavía en la mano.
—Dime quién es tu padre, muchacho —le dijo Saúl.
—Su nombre es Isaí, y vivimos en Belén —contestó David.
Después de que David terminó de hablar con Saúl, conoció a Jonatán, el
hijo del rey. De inmediato se creó un vínculo entre ellos, pues Jonatán amó
a David como a sí mismo. A partir de ese día Saúl mantuvo a D
avid con él
y no lo dejaba volver a su casa. Jonatán hizo un pacto solemne con D
avid,
porque lo amaba tanto como a sí mismo. Para sellar el pacto quitó su manto
y se lo dio a David junto con su túnica, su espada, su arco y su cinturón.
Todo lo que Saúl le pedía a David que hiciera, él lo hacía con éxito.
Como resultado, Saúl lo hizo comandante sobre los hombres de guerra,
un nombramiento que fue bien recibido tanto por el pueblo como por los
oficiales de Saúl.
Cuando el ejército de Israel regresaba triunfante después que David mató
al filisteo, mujeres de todas las ciudades de I srael salieron para recibir al
rey Saúl. Cantaron y danzaron de alegría con panderetas y címbalos. Este
era su canto:
«Saúl mató a sus miles,
¡y David, a sus diez miles!».
Esto hizo que Saúl se enojara mucho. «¿Qué es esto? —dijo—. Le dan
crédito a David por diez miles y a mí solamente por miles. ¡Solo falta que
lo hagan su rey!». Desde ese momento Saúl miró con recelo a David.
Al día siguiente, un espíritu atormentador de parte de Dios abrumó a
Saúl, y comenzó a desvariar como un loco en su casa. David tocaba el
arpa, tal como lo hacía cada día. Pero Saúl tenía una lanza en la mano, y de
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