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Samue
1S
–REYES
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no eran como su padre, porque codiciaban el dinero; aceptaban sobornos
y pervertían la justicia.
Finalmente, todos los ancianos de I srael se reunieron en Ramá para
hablar del asunto con Samuel. «Mira, Samuel —le dijeron—, ya eres anciano y tus hijos no son como tú. Danos un rey para que nos juzgue así
como lo tienen las demás naciones».
Samuel se disgustó con esta petición y fue al Señor en busca de orientación. «Haz todo lo que te digan —le respondió el Señor—, porque
me están rechazando a mí y no a ti; ya no quieren que yo siga siendo su
rey. Desde que los saqué de Egipto me han abandonado continuamente y
han seguido a otros dioses. Y ahora te tratan a ti de la misma manera. Haz
lo que te pidan, pero adviérteles seriamente acerca de la manera en que
reinará sobre ellos un rey».
Entonces Samuel transmitió la advertencia del S eñor al pueblo que
pedía un rey.
—Esta es la manera en que un rey gobernará sobre ustedes —les dijo—.
El rey reclutará en el ejército a los hijos de ustedes y los asignará a los carros
de guerra y a sus conductores, y los hará correr delante de sus carros. Algunos serán generales y capitanes del ejército, otros serán obligados a arar y
a cosechar los cultivos del rey, y otros harán las armas y el equipo para los
carros de g uerra. El rey tomará a las hijas de ustedes y las obligará a cocinar,
a hornear y a hacer perfumes para él. Les quitará a ustedes lo mejor de sus
campos, viñedos y huertos de olivos, y se los dará a sus oficiales. Tomará
una décima parte de su grano y de sus cosechas de uvas y la repartirá entre
sus oficiales y miembros de la corte. Les quitará sus esclavos y esclavas, y
les exigirá lo mejor de sus ganados y burros para su propio uso. Les exigirá
la décima parte de sus rebaños, y ustedes serán sus esclavos. Cuando llegue
ese día, suplicarán ser aliviados de este rey que ahora piden, pero entonces
el S eñor no los ayudará.
Sin embargo, el pueblo se negó a escuchar la advertencia de Samuel.
—Aun así, todavía queremos un rey —dijeron ellos—. Nuestro deseo
es ser como las naciones que nos rodean. El rey nos juzgará y será nuestro
líder en las batallas.
Así que Samuel le repitió al S eñor lo que el pueblo dijo, y el Señor
respondió: «Haz lo que te piden y dales un rey». Entonces Samuel estuvo
de acuerdo y los envió a sus casas.
Había un hombre rico e influyente llamado Cis, de la tribu de Benjamín.
Era hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, de la tribu
de Benjamín. Su hijo Saúl era el hombre más apuesto en Israel; era tan alto
que los demás apenas le llegaban a los hombros.
Cierto día, los b urros de Cis se extraviaron, y él le dijo a Saúl: «Lleva a
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