Inmersion Reinos NTV - Flipbook - Página 109
S A M U E L– R E Y E S
Había un hombre llamado Elcana que vivía en Ramá, en la región de Zuf
ubicada en la zona montañosa de Efraín. Era hijo de Jeroham, hijo de Eliú,
hijo de Tohu, hijo de Zuf, de la tribu de Efraín. Elcana tenía dos esposas:
Ana y Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no.
Cada año Elcana viajaba a la ciudad de Silo para adorar al S eñor de los
Ejércitos C
elestiales y ofrecerle sacrificios en el tabernáculo. Los sacerdotes del S eñor en ese tiempo eran los dos hijos de Elí: Ofni y Finees.
Cuando Elcana presentaba su sacrificio, les daba porciones de esa carne
a Penina y a cada uno de sus hijos. Sin embargo, a Ana, aunque la amaba,
solamente le daba una porción selecta porque el Señor no le había dado
hijos. De manera que Penina se mofaba y se reía de Ana porque el Señor
no le había permitido tener hijos. Año tras año sucedía lo mismo: Penina
se burlaba de Ana mientras iban al tabernáculo. En cada ocasión, Ana terminaba llorando y ni siquiera quería comer.
«¿Por qué lloras, Ana? —le preguntaba Elcana—. ¿Por qué no comes?
¿Por qué estás desanimada? ¿Solo por no tener hijos? Me tienes a mí,
¿acaso no es mejor que tener diez hijos?».
Una vez, después de comer lo que fue ofrecido como sacrificio en Silo,
Ana se levantó y fue a orar. El sacerdote Elí estaba sentado en su lugar de
costumbre junto a la entrada del tabernáculo. Ana, con una profunda angustia, lloraba amargamente mientras oraba al Señor e hizo el siguiente
voto: «Oh S eñor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas
mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante
toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor, nunca se le
cortará el cabello».
Mientras Ana oraba al Señor, Elí la observaba y la veía mover los labios.
Pero como no oía ningún sonido, pensó que estaba ebria.
—¿Tienes que venir borracha? —le reclamó—. ¡Abandona el vino!
—¡Oh no, señor! —respondió ella—. No he bebido vino ni nada más
fuerte. Pero como estoy muy desanimada, derramaba ante el Señor lo que
hay en mi corazón. ¡No piense que soy una mujer perversa! Pues he estado
orando debido a mi gran angustia y a mi profundo dolor.
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