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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
11:9–12:6
Mi corazón está desgarrado dentro de mí
y mi compasión se desborda.
No, no desataré mi ira feroz.
No destruiré por completo a Israel,
ya que no soy un simple mortal, soy Dios.
Yo soy el Santo que vive entre ustedes
y no vendré a destruir.
Pues algún día la gente me seguirá.
Yo, el Señor, rugiré como un león.
Y cuando ruja,
mi pueblo regresará temblando del occidente.
Vendrán de Egipto como una bandada de aves.
Regresarán de Asiria temblando como palomas
y los traeré de regreso a casa»,
dice el Señor.
Israel me rodea con mentiras y engaño,
pero Judá todavía obedece a Dios
y es fiel al Santo.
El pueblo de Israel se alimenta del viento;
todo el día corre tras el viento del oriente.
Amontonan mentiras y violencia;
hacen una alianza con Asiria
mientras mandan aceite de oliva a fin de comprar el apoyo de
Egipto.
Ahora el Señor presenta cargos contra Judá.
Está a punto de castigar a Jacob por todos sus caminos engañosos
y cobrarle por todo lo que hizo.
Aun en la matriz,
Jacob luchó con su hermano;
cuando se hizo hombre,
hasta peleó con Dios.
Sí, luchó con el ángel y venció.
Lloró y clamó para que lo bendijera.
Allá en Betel se encontró cara a cara con Dios,
y Dios habló con él,
¡el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales,
el Señor es su nombre!
Así que ahora, vuélvete a tu Dios.
Actúa con amor y justicia,
y confía siempre en él.