Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 464
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El Señor habló por segunda vez a Jonás: «Levántate y ve a la gran ciudad
de Nínive y entrega el mensaje que te he dado».
Esta vez Jonás obedeció el mandato del Señor y fue a Nínive, una ciudad tan grande que tomaba tres días recorrerla toda. El día que Jonás entró
en la ciudad, proclamó a la multitud: «Dentro de cuarenta días Nínive
será destruida». Entonces la gente de Nínive creyó el mensaje de Dios y
desde el más importante hasta el menos importante declararon ayuno y se
vistieron de tela áspera en señal de remordimiento.
Cuando el rey de Nínive oyó lo que Jonás decía, bajó de su trono y se
quitó sus vestiduras reales. Se vistió de tela áspera y se sentó sobre un montón de cenizas. Entonces el rey y sus nobles enviaron el siguiente decreto
por toda la ciudad:
«Nadie puede comer ni beber nada, ni siquiera los animales de las
manadas o de los rebaños. Tanto el pueblo como los animales tienen
que vestirse de luto y toda persona debe orar intensamente a Dios,
apartarse de sus malos caminos y abandonar toda su violencia. ¡Quién
sabe!, puede ser que todavía Dios cambie de parecer, contenga su ira
feroz y no nos destruya».
Cuando Dios vio lo que habían hecho y cómo habían abandonado sus
malos caminos, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción con
que los había amenazado.
Este cambio de planes molestó mucho a Jonás y se enfureció. Entonces
le reclamó al Señor:
—Señor, ¿no te dije antes de salir de casa que tú harías precisamente
esto? ¡Por eso huí a Tarsis! Sabía que tú eres un Dios misericordioso y
compasivo, lento para enojarte y lleno de amor inagotable. Estás dispuesto
a perdonar y no destruir a la gente. ¡Quítame la vida ahora, Señor! Prefiero estar muerto y no vivo si lo que yo predije no sucederá.
El Señor le respondió:
—¿Te parece bien enojarte por esto?
Entonces Jonás se fue al oriente de la ciudad e hizo una enramada.
Luego se sentó bajo la sombra de la enramada mientras esperaba ver lo
que le acontecería a la ciudad. Ahora bien, el Señor Dios proveyó que
una planta frondosa creciera allí y pronto extendió sus anchas hojas sobre
la cabeza de Jonás y lo protegió del sol. Esto le trajo alivio y Jonás estuvo
muy agradecido por la planta.
¡Pero Dios también proveyó un gusano! Al amanecer del día siguiente,
el gusano se comió el tallo de la planta, de modo que se marchitó. Así que
cuando el sol se intensificó, Dios proveyó un viento abrasador del oriente