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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
2:27–3:6
Entonces sabrán que yo estoy en medio de mi pueblo Israel,
que yo soy el Señor su Dios, y que no hay otro.
Nunca más mi pueblo será avergonzado.
»Entonces, después de hacer todas esas cosas,
derramaré mi Espíritu sobre toda la gente.
Sus hijos e hijas profetizarán.
Sus ancianos tendrán sueños,
y sus jóvenes tendrán visiones.
En esos días derramaré mi Espíritu
aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres por igual.
Y haré maravillas en los cielos y en la tierra:
sangre, fuego y columnas de humo.
El sol se oscurecerá,
y la luna se pondrá roja como la sangre
antes de que llegue el grande y terrible día del Señor.
Pero todo el que invoque el nombre del Señor
será salvo;
pues algunos que están en el monte Sión en Jerusalén escaparán,
tal como el Señor lo ha dicho.
Estos se contarán entre los sobrevivientes
a quienes el Señor ha llamado.
»En el tiempo de esos acontecimientos —dice el Señor—,
cuando yo restaure la prosperidad de Judá y de Jerusalén,
reuniré a los ejércitos del mundo
en el valle de Josafat.
Allí los juzgaré
por hacerle daño a mi pueblo, mi posesión más preciada,
por dispersar a mi pueblo entre las naciones
y por dividir mi tierra.
Tiraron los dados para decidir quiénes de mi pueblo
serían sus esclavos.
Canjearon niños por prostitutas
y vendieron niñas por tan solo suficiente vino para emborracharse.
»¿Qué tienen contra mí, Tiro y Sidón y, ustedes, ciudades de Filistea?
¿Tratan de vengarse de mí? Si es así, ¡tengan cuidado! Los atacaré con
rapidez y les pagaré por todo lo que hicieron. Tomaron mi plata y mi oro y
todos mis tesoros preciados y los llevaron a sus templos paganos. Les vendieron la gente de Judá y de Jerusalén a los griegos para que se la llevaran
lejos de su tierra.