Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 347
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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
10:5–11:1
resplandeció con la gloria del Señor. El sonido de las alas de los querubines sonaban como la voz del Dios Todopoderoso y podía oírse hasta en
el atrio exterior.
El Señor le dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre los querubines y toma algunos carbones encendidos de entre las ruedas». Entonces el
hombre entró y se paró junto a una de las ruedas. Luego uno de los querubines extendió la mano y tomó algunas brasas de en medio del fuego que
ardía entre ellos. Puso las brasas en las manos del hombre vestido de lino
y el hombre las tomó y salió de allí. (Todos los querubines tenían debajo
de sus alas lo que parecían ser manos humanas).
Me fijé y cada uno de los cuatro querubines tenía una rueda a su lado
y las ruedas brillaban como el berilo. Las cuatro ruedas eran semejantes
entre sí y estaban hechas de la misma manera; dentro de cada rueda había
otra rueda que giraba en forma transversal. Los querubines podían avanzar
de frente en las cuatro direcciones, sin girar mientras se movían. Iban derecho en la dirección que tuvieran frente a ellos y nunca se desviaban. Tanto
los querubines como las ruedas estaban cubiertos de ojos. Los querubines
tenían ojos por todo el cuerpo, incluso las manos, la espalda y las alas. Oí
que alguien hablaba de las ruedas como «las ruedas que giran». Cada uno
de los cuatro querubines tenía cuatro caras: la primera era la cara de un
buey, la segunda era una cara humana, la tercera era la cara de un león y la
cuarta era la cara de un águila.
Luego los querubines se elevaron. Eran los mismos seres vivientes que
yo había visto junto al río Quebar. Cuando los querubines se movían, las
ruedas se movían con ellos. Cuando elevaban las alas para volar, las ruedas permanecían con ellos. Cuando los querubines se detenían, las ruedas
también se detenían. Cuando volaban hacia arriba, las ruedas subían, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Luego la gloria del Señor salió de la entrada del templo y se sostenía
en el aire por encima de los querubines. Entonces, mientras yo observaba,
los querubines volaron con sus ruedas a la puerta oriental del templo
del Señor y la gloria del Dios de Israel se sostenía en el aire por encima
de ellos.
Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de
Israel cuando me encontraba junto al río Quebar. Sabía que eran querubines, porque cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas y lo que parecían
ser manos humanas debajo de las alas. Además, sus caras eran como las
caras de los seres que yo había visto junto al Quebar y se movían de frente
y hacia adelante, tal como los otros.
Luego el Espíritu me levantó y me llevó a la entrada oriental del templo del
Señor, donde vi a veinticinco hombres prominentes de la ciudad. Entre