Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 346
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E ze q uiel
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Pronto entraron seis hombres por la puerta superior que da al norte y
cada uno llevaba un arma mortal en la mano. Con ellos había un hombre
vestido de lino, que llevaba un estuche de escriba en la cintura. Todos se
dirigieron al atrio del templo y se pusieron de pie junto al altar de bronce.
Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de entre los querubines,
donde había reposado, y se movió hacia la entrada del templo. Luego el
Señor llamó al hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba.
Le dijo: «Recorre las calles de Jerusalén y pon una marca en la frente de
todos los que lloren y suspiren por los pecados detestables que se cometen
en la ciudad».
Luego oí al Señor decir a los demás hombres: «Síganlo por toda la
ciudad y maten a todos los que no tengan la marca en la frente. ¡No tengan compasión! ¡No tengan lástima de nadie! Mátenlos a todos: ancianos,
jóvenes, muchachas, mujeres y niños. Sin embargo, no toquen a ninguno
que tenga la marca. Comiencen aquí mismo, en el templo». Entonces ellos
comenzaron matando a los setenta líderes.
«¡Contaminen el templo! —mandó el Señor—. Llenen los atrios con
cadáveres. ¡Vayan!». Entonces ellos salieron y comenzaron la masacre por
toda la ciudad.
Mientras mataban a la gente, yo me quedé solo. Caí con el rostro en
tierra y clamé:
—¡Oh Señor Soberano! ¿Acaso tu furia contra Jerusalén destruirá a
todos los que queden en Israel?
Me contestó:
—Los pecados del pueblo de Israel y Judá son muy, pero muy grandes.
La tierra está llena de homicidios; la ciudad está colmada de injusticia.
Ellos dicen: “¡El Señor no lo ve! ¡El Señor ha abandonado esta tierra!”.
Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su
merecido por lo que han hecho.
Luego regresó el hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba, e informó: «Ya hice lo que me ordenaste».
En mi visión, vi que, por encima de la superficie de cristal que estaba sobre
las cabezas de los querubines, había algo que parecía un trono de lapislázuli. Entonces el Señor le habló al hombre vestido de lino y le dijo: «Métete entre las ruedas que giran debajo de los querubines, toma un puñado
de carbones encendidos y espárcelos sobre la ciudad». Así que el hombre
lo hizo mientras yo observaba.
Cuando el hombre entró allí, los querubines estaban de pie en la parte
sur del templo y la nube de gloria llenaba el atrio interior. Entonces la
gloria del Señor se elevó por encima de los querubines y se dirigió hacia
la entrada del templo. El templo se llenó con esa nube de gloria y el atrio