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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
38:24–39:12
Entonces Sedequías le dijo a Jeremías:
—No le comentes a nadie que me dijiste esto ¡o morirás! Mis funcionarios quizá se enteren de que hablé contigo y te digan: “Cuéntanos de lo que
hablaban tú y el rey. De lo contrario, te mataremos”. Si tal cosa sucediera,
solo diles que me suplicaste que no te enviara de nuevo al calabozo de
Jonatán por temor a morir allí.
Efectivamente, poco tiempo después los funcionarios del rey vinieron
a Jeremías a preguntarle por qué el rey lo había llamado; pero Jeremías
siguió las instrucciones del rey y ellos se fueron sin enterarse de la verdad
ya que nadie había escuchado la conversación entre Jeremías y el rey. Así
que Jeremías permaneció encarcelado en el patio de la guardia hasta el día
en que Jerusalén fue conquistada.
En enero del noveno año del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor
de Babilonia llegó con todo su ejército para sitiar Jerusalén. Dos años y
medio más tarde, el 18 de julio del año once del reinado de Sedequías,
abrieron una brecha en la muralla de la ciudad. Todos los oficiales del
ejército babilónico entraron y, en señal de su triunfo, se sentaron en la
puerta Central: Nergal-sarezer de Samgar y Nebo-sarsequim, un oficial
principal, Nergal-sarezer, consejero del rey, y todos los demás oficiales del
rey de Babilonia.
Cuando el rey Sedequías de Judá y todos los soldados vieron que los babilonios habían invadido la ciudad, huyeron. Esperaron hasta la caída del
sol y entonces se deslizaron por la puerta que está entre las dos murallas
detrás del jardín real y se dirigieron al valle del Jordán.
Sin embargo, las tropas babilónicas los persiguieron y alcanzaron a Sedequías en las llanuras de Jericó. Lo capturaron y lo llevaron ante el rey
Nabucodonosor de Babilonia, que se encontraba en Ribla, en la tierra
de Hamat. Allí el rey de Babilonia dictó sentencia contra Sedequías. El
rey de Babilonia hizo que Sedequías observara mientras masacraba a sus
hijos en Ribla. El rey de Babilonia también masacró a todos los nobles de
Judá. Luego le sacó los ojos y lo ató con cadenas de bronce para llevarlo
a Babilonia.
Mientras tanto, los babilonios quemaron Jerusalén, incluidos el palacio real y las casas del pueblo, y derribaron las murallas de la ciudad. Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivas a Babilonia a
las personas que quedaban en la ciudad, a las que habían desertado para
unirse a sus filas y a todas las que quedaban. Pero Nabuzaradán permitió
que algunos de los más pobres se quedaran en la tierra de Judá, y los hizo
responsables de cuidar los viñedos y los campos.
El rey Nabucodonosor había ordenado a Nabuzaradán, capitán de la
guardia, que encontrara a Jeremías. «Asegúrate de que no esté herido