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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
37:16–38:9
había sido convertida en prisión. Jeremías fue puesto en un calabozo
donde permaneció por muchos días.
Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al
palacio y allí el rey le preguntó:
—¿Tienes algún mensaje de parte del Señor?
—¡Sí, lo tengo! —dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de
Babilonia.
Entonces Jeremías le preguntó al rey:
—¿Qué crimen he cometido? ¿Qué he hecho yo contra ti, tus ayudantes o el pueblo para que me hayan encarcelado? ¿Ahora dónde están tus
profetas que te dijeron que el rey de Babilonia no te atacaría a ti ni a esta
tierra? Escucha, mi señor y rey, te suplico que no me mandes de regreso al
calabozo en la casa del secretario Jonatán, porque allí me moriré.
Así que el rey Sedequías mandó que no regresaran a Jeremías al calabozo. En cambio, lo encerró en el patio de la guardia del palacio real. El
rey también ordenó que cada día se le diera a Jeremías un pan recién horneado mientras hubiera pan en la ciudad. Así que Jeremías fue puesto en
la prisión del palacio.
Entonces Sefatías, hijo de Matán; Gedalías, hijo de Pasur; Jehucal, hijo
de Selemías; y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le decía al
pueblo: «Esto dice el Señor: “Todo el que se quede en Jerusalén morirá
por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindan a los babilonios
vivirán. Su recompensa será su propia vida, ¡ellos vivirán!”. El Señor también dice: “La ciudad de Jerusalén ciertamente será entregada al ejército
del rey de Babilonia, quien la conquistará”».
Entonces los funcionarios fueron a ver al rey y le dijeron:
—Señor, ¡este hombre debe morir! Esta forma de hablar desmoralizará
a los pocos hombres de guerra que nos quedan, al igual que a todo el pueblo. ¡Este hombre es un traidor!
El rey Sedequías estuvo de acuerdo.
—Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.
Así que los funcionarios sacaron a Jeremías de la celda y lo bajaron con
sogas a una cisterna vacía en el patio de la cárcel que pertenecía a Malquías,
miembro de la familia real. La cisterna no tenía agua pero Jeremías se hundió en una espesa capa de barro que había en el fondo.
Pero el etíope Ebed-melec, un importante funcionario de la corte, se
enteró de que Jeremías estaba en la cisterna. En ese momento el rey estaba
en sesión junto a la puerta de Benjamín, entonces Ebed-melec salió del
palacio a toda prisa para hablar con él.
—Mi señor y rey —dijo—, estos hombres hicieron un gran mal al poner