Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 282
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J erem í as
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El rey Sedequías lo había puesto allí, y preguntaba por qué Jeremías seguía
dando esta profecía: «Esto dice el Señor: “Estoy a punto de entregar esta
ciudad al rey de Babilonia, y él la tomará. El rey Sedequías será capturado
por los babilonios y llevado a encontrarse cara a cara con el rey de Babilonia. Él llevará a Sedequías a Babilonia y allí me ocuparé de él —dice el
Señor—. Si ustedes pelean contra los babilonios, no vencerán”».
En ese tiempo el Señor me envió un mensaje. Me dijo: «Tu primo
Hanameel, hijo de Salum, vendrá y te dirá: “Compra mi terreno en Anatot.
Por ley tienes derecho a comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro”».
Entonces, así como el Señor dijo que haría, mi primo Hanameel vino
y me visitó en la cárcel. Me dijo: «Por favor, compra mi terreno en Anatot
en la tierra de Benjamín. Por ley tienes el derecho de comprarlo antes de
que lo ofrezca a algún otro, así que cómpralo para ti». Entonces supe que
el mensaje que había oído era del Señor.
Así que compré el terreno en Anatot pagándole a Hanameel diecisiete
piezas de plata. Firmé y sellé la escritura de compra delante de testigos,
pesé la plata y le pagué. Entonces tomé la escritura sellada y una copia de
la escritura no sellada con los términos y condiciones de la compra, y se las
di a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Hice todo esto en presencia
de mi primo Hanameel, de los testigos que firmaron la escritura y de todos
los hombres de Judá que estaban allí en el patio de la guardia.
Entonces le dije a Baruc mientras todos escuchaban: «Esto dice el
Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Toma tanto la escritura sellada como la copia no sellada y ponlas en una vasija de barro para
preservarlas por largo tiempo”. Pues esto dice el Señor de los Ejércitos
Celestiales, Dios de Israel: “Algún día de nuevo habrá dueños de estos
terrenos que comprarán y venderán casas, viñedos y campos”».
Después que le di los documentos a Baruc, oré al Señor:
«¡Oh Señor Soberano! Hiciste los cielos y la tierra con tu mano
fuerte y tu brazo poderoso. ¡Nada es demasiado difícil para ti!
Muestras un amor inagotable a miles, pero también haces recaer las
consecuencias del pecado de una generación sobre la siguiente. Tú
eres el Dios grande y poderoso, el Señor de los Ejércitos Celestiales.
Tú posees toda la sabiduría y haces grandes y maravillosos milagros.
Ves la conducta de todas las personas y les das lo que se merecen.
Realizaste señales milagrosas y maravillas en la tierra de Egipto, ¡cosas
que se recuerdan hasta el día de hoy! Y sigues haciendo grandes
milagros en Israel y en todo el mundo. Así has hecho que tu nombre
sea famoso hasta el día de hoy.
»Tú sacaste a Israel de Egipto con señales poderosas y maravillas,
con mano fuerte y brazo poderoso, y con un terror aplastante. Le